Sol y mar

La playa es un maravilloso regalo de la Naturaleza para quienes tenemos la suerte de vivir o veranear cerca de ella. Las que siguen son algunas sugerencias para disfrutarla al máximo y beneficiarse de sus propiedades. Os comento:

- (Si es verano) conviene tomar el Sol en las primeras horas del día o en las últimas de la tarde, cuando esté bajo, o sea, cerca del horizonte. De esa manera, la capa de atmósfera que atraviesan los rayos ultravioletas e infrarrojos es más gruesa y, por consiguiente, se filtran más cantidad de aquéllos que perjudican. Así, el Sol broncea más y quema menos. Si se decide estar en la playa durante las horas centrales del día, es mejor estar en la sombra. Los rayos que se reflejan en la arena también broncean.

- El mejor bronceador, hidratante, y protector, son los alimentos ricos en betacarotenos, es decir, todos los que tengan un color rojizo o anaranjado: remolacha cruda, zanahoria, sandía, cerezas, ciruelos rojos, melocotones, albaricoques, caquis, etc.

- El aloe vera es un aftersun ideal. Recomiendo el de la casa Aloe Pura.

- Evitar las comidas muy pesadas. Lo que más agradece nuestro estómago en la playa es la fruta o las ensaladas, ya que se digieren rápido e hidratan el organismo. Si se toman alimentos pesados o en cierta cantidad, conviene esperar dos horas antes de bañarse para evitar cortes de digestión.

- Las bebidas más adecuadas para tomar en la playa no son los refrescos enlatados ni el café (dan sed en vez de quitarla) sino los zumos naturales de frutas o de verduras, ya que éstos aportan una gran cantidad de minerales fácil y rápidamente asimilables, que, normalmente, se pierden con la sudoración. Los de Cal Valls o Biotta son excelentes. Pero también puede servir una limonada casera elaborada con agua mineral (mejor Bezoya o Montcalm), zumo de limón y azúcar panela o sirope de arce (muy ricos ambos en vitaminas y minerales).

- Caminar descalzo por la arena descarga de tensiones, de electricidad estática acumulada, mejora el riego sanguíneo, es remineralizante y, además, ejerce un suave masaje reflejo en la planta de los pies, con lo que todos los órganos del cuerpo tienden a armonizarse.

- La luz del Sol relaja y da alegría y bienestar, estimula la producción de endorfinas y ayuda cuando uno se siente triste o deprimido.

- El agua de mar contiene todas las sustancias químicas de las que está hecho nuestro cuerpo. Sumergirse en ella nos aporta minerales, oligoelementos, nos vitaliza de manera inmediata y equilibra y fortalece nuestro organismo, descargándolo de energías desarmónicas (especialmente, iones positivos). No es conveniente permanecer en el agua si se siente un frío prolongado, si se amoratan los labios o si aparecen calambres.

- Sentarse o tumbarse en la orilla y dejarse acariciar por las olas es un magnífico hidromasaje natural que relaja y tonifica.

- Las algas suavizan la piel y le aportan valiosos nutrientes. Algunas, incluso, pueden comerse. Pero os sugiero que antes de hacerlo consultéis con alguien de la zona que las conozca bien y sepa de su inocuidad. Además, es esencial que las aguas donde se encuentren no estén contaminadas.

- Sudar es una estupenda forma de eliminar toxinas. En especial, si se combina la transpiración con abluciones periódicas de agua fría.

- Las olas generan iones negativos (beneficiosos) al nebulizar el agua. Y su sonido resulta particularmente relajante.

- Estar desnudo en la playa es una manera eficaz de que todo nuestro cuerpo se beneficie de las propiedades del aire fresco y de los rayos solares. Asimismo, confiere una sensación inigualable de libertad y ayuda a mostrarnos tal cual somos ante los demás (en un sentido amplio).

- Jugar en la playa despierta el niño/la niña que todos/as llevamos dentro.

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Sé de gente que en momentos difíciles o de incertidumbre ha sentido, sin saber bien por qué, el impulso natural de ir a la playa. Personas que, en la mayoría de casos, han terminado encontrando en ella el alivio y el bienestar, las respuestas o la inspiración que buscaban. Cosa que no es de extrañar, pues la playa es, a fin de cuentas, un lugar de la Naturaleza donde concurren, puros y armónicos, los cuatro elementos: agua (mar), aire, tierra (arena) y fuego (Sol). Alimentarse de elementos armónicos genera armonía en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestras emociones. Así pues, incrementando dicha armonía, es fácil que se desvanezca la confusión o el malestar.

En definitiva, cualquier acto humano que suponga o implique acercarse a la madre Naturaleza
(ya sea ir a la playa, a la montaña, o, simplemente, echarse sobre el césped de un parque), sobre todo cuando uno no se siente bien, restaura nuestro estado de ánimo y nos reconforta. En ocasiones, casi instantáneamente.

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