Alimento: en el sentido más amplio de la palabra

Imagino que cuando se pronuncia la palabra alimento, a una mayoría de personas le sugiere alguna clase de materia más o menos apetitosa que, en un momento dado, llevarse a la boca, como un trozo de pan, una sopa, un bistec, un yogur o un plato de paella, por ejemplo. Sin embargo, no sólo de pan vive el hombre (o la mujer), pues, a decir verdad, la palabra alimento implica mucho más.

Si lo que uno/a pretende es mejorar su salud, su calidad de vida y alcanzar mayores cotas de bienestar, habrá de cuidar aquello que entre por su boca; claro que sí (sin olvidar que a veces nos perjudica más lo que de ella sale). Pero alimento, como digo, es algo más que aquello que se come.

Al beber y al respirar también nos alimentamos, y le aportamos a nuestro organismo los elementos (oxígeno, agua) que éste necesita para poder mantenerse con vida y poder llevar a cabo todas y cada una de sus funciones.

Por lo tanto, cabe suponer que no dará lo mismo comer alimentos naturales y ecológicos, por ejemplo, que otros con aditivos o refinados; como tampoco es lo mismo beber agua del grifo que una de manantial, o respirar un aire viciado que uno de montaña. Evidentemente, la calidad de los alimentos que tomamos (aire, agua y comida) determina, en gran medida, nuestra calidad de vida y nuestra salud.

No obstante, nuestra mente y nuestro corazón también llevan a cabo una función trófica (alimenticia). La una se nutre de ideas, conceptos, pensamientos y sueños; de información, en definitiva. El otro se nutre de emociones y de sentimientos; a veces propios, a veces de otras personas.

Así es, nos nutrimos de la vida y de las vicisitudes y avatares que en ella nos acontecen cotidianamente: de las películas que vemos en el cine, de las vivencias que nos cuentan nuestros abuelos, de los lugares que frecuentamos o visitamos, de la música que escuchamos, de los libros que leemos; de besos, abrazos, caricias, mimos... y de lo que nos hace sufrir. La Vida y sus acontecimientos constituyen nuestro principal y gran alimento.

Por eso, si de lo que os hablo es de alimentación, tendré siempre presente que alimento es todo aquello que se vive. Y que un ser humano bien nutrido es aquel que le saca el máximo jugo a sus vivencias, es decir, que aprende de ellas. Porque, quien vive en plenitud, quien aprende de cada experiencia vivida, difícilmente puede tener carencias nutricionales.

Dicho esto, os dejo un plato exquisito, con mucha sustancia; de textura fina y delicada, de aroma dulce pero penetrante, rico en matices, que, al final, por lo menos a mí, me deja un buen sabor de boca. Lo elaboró un chef de primera.

Que lo disfrutéis. Buen provecho.


No hay odio de razas, porque no hay razas. Los
pensadores canijos, los pensadores de lámpara,
enhebran y recalientan las razas de librería, que el
viajero justo y el observador cordial buscan en vano
en la justicia de la Naturaleza, donde resalta, en el
amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad
universal del hombre. El alma emana, igual y eterna,
de los cuerpos diversos en forma y en color.
Peca contra la Humanidad el que fomente y propague
la oposición y el odio de las razas.

José Martí



Comentarios