Cuando el alimento se vuelve supletorio de la realidad

¿Comer para vivir? Ya no. Eso fue hace mucho, mucho tiempo. Pero actualmente el individuo, en más ocasiones de las que imaginaríais, busca en el alimento lo que no encuentra en su mundo, en su vida cotidiana. Y la experiencia que adquiero con los años en mis consultas, visitando cada día a personas que comparten conmigo sus vivencias, me lleva a constatar esta realidad.

Comer chocolate, golosinas, dulces, jamón, yogures... Mantendrán o reducirán nuestra salud en función de la cantidad y de la frecuencia con que se ingieran. Un caramelo a la semana difícilmente puede perjudicar, pero media tableta de chocolate al día, con el tiempo, es capaz de arruinar la salud de cualquiera.

Es como en cualquier otra faceta de la vida: el quedarse corto o el pasarse de la raya es lo que delata que algo no marcha adecuadamente en el ser humano. El alejamiento de nuestro centro de gravedad es lo que nos adentra en el desequilibrio, en la infelicidad, en el conflicto, en la enfermedad.

En virtud de esa experiencia, contrastada y confirmada, que observo en las consultas, os diré que si buscamos de manera obsesiva o compulsiva (insisto: sólo si es de manera obsesiva o compulsiva)...

...los dulces, es porque le falta dulzura a nuestra vida.
...lo salado, es porque nos estamos volviendo sosos.
...los alimentos muy calientes, es porque nos falta calidez.
...las bebidas o alimentos muy fríos, es porque nos calentamos (excitamos, enfadamos) con facilidad.
...el chocolate, es porque echamos de menos una vida más excitante (a menudo, en el plano sexual).
...el aceite, es porque nos falta lubricante (o sea, fluir mejor en la vida), porque estamos atascados o porque rozamos demasiado con los demás.
...los alimentos de sabor muy marcado, es porque le falta sabor a nuestra vida.
...los productos lácteos, es porque, inconscientemente, queremos volver a ser niños lactantes (para, tal vez, evitar afrontar la vida y las responsabilidades y desafíos que ésta comporta).

Son sólo algunos ejemplos, pero que ilustran claramente una realidad con la que, a buen seguro, muchos/as pueden sentirse identificados/as.

¿Qué hacer, entonces, para superar estas pulsiones o estas obsesiones, para vencer estas dependencias? Si hablamos de soluciones, y no de remedios pasajeros, lo más simple y lo más práctico sería buscar o generar en nuestra propia vida aquello que nos falta y que buscamos supletoriamente en la comida, de tal modo que al que busca obsesiva o compulsivamente...

...el dulce, le conviene volverse una persona más dulce (ya sea en el trato con los demás o consigo mismo).
...lo salado, potenciar su sentido del humor.
...los alimentos muy calientes, ser más cálido.
...los alimentos o bebidas fríos, no enfadarse (o excitarse) con tanta facilidad.
...el chocolate, hacer de la vida algo más emocionante y excitante (haciendo hincapié en la sexualidad).
...el aceite, fluir mejor con la vida, no dejándose atascar por el temor, por la incertidumbre o por la indecisión.
...los alimentos de sabor muy marcado, ponerle sabor a la vida, enriqueciéndola al abrirse a nuevas gentes, a nuevos lugares y a nuevas experiencias.
...los productos lácteos, aceptar que la maduración es un proceso natural en la vida, no resistirse a ella, afrontando los retos que nos va marcando la vida con valentía y determinación.

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