Depresión

El prefijo español de- posee varias acepciones dependiendo de la palabra a la que preceda. En el caso de la palabra depresión, de- significa privación o inversión de la palabra que le subsigue (presión). Por consiguiente, atendiendo a su etimología, la palabra depresión significaría, literalmente, sin presión.

Ahora comparto con vosotros/as algunas de mis propias observaciones respecto a esta afección.

Al depresivo, tal cual a una máquina hidráulica sin suficiente presión en sus émbolos, le falta presión (entendida como empuje, ánimo, fuerza); invadido, como está el sujeto, por una apatía de la que no consigue liberarse. El depresivo, además, se halla mentalmente hundido (en un abismo donde no ve la luz), pero también físicamente. Un signo que se refleja visiblemente en su pecho hundido, en contraposición al pecho erguido de quien mantiene el vigor y la valentía. Le hace falta, por tanto, sacar pecho (valor), para poder afrontar esos retos que le plantea la vida y que, sin embargo, le amedrentan, le detienen.

Resulta curioso que en estas personas, a menudo, su condición de depresivas se corresponde con una depresión más o menos importante del sistema inmunitario: un ejército cuya misión no es otra que la de luchar por defender un territorio (el cuerpo). Luchar, sí, para mantenerlo libre de elementos (patógenos) que puedan implicar la merma de su integridad o de sus funciones. Así pues, paralelamente, el depresivo no lucha (o no lo suficiente) contra aquellos enemigos que, en última instancia, puedan suponer una merma de su integridad individual, a saber: el estancamiento, la inapetencia, la abulia (falta de voluntad) o la baja autoestima.

También muchas veces, se da en ellos una tensión (o presión) arterial baja. Es decir, la sangre (que simboliza el alma, la vida, el nutrimento) no llega con fuerza adonde tendría que llegar (a cada rincón del cuerpo, a cada célula); sobre todo, al cerebro (el órgano que se encuentra en la parte más alta del cuerpo y que requiere de cierta presión arterial para funcionar normalmente). Por eso, pueden sobrevenir mareos (ante los que hay que hacer un esfuerzo para no perder el equilibrio), adormecimientos (que requieren mantenerse despierto), o, incluso, desmayos (que le ahorran a uno tener que afrontar una situación difícil). Unos síntomas que delatan que el afectado no termina de alcanzar los objetivos vitales comunes a todos los individuos (armonía, bienestar, equilibrio) o bien las metas personales que se trazara en su día. Objetivos, cualesquiera que sean, ante los cuales el depresivo, inconscientemente, se retira, se echa para atrás (a imagen y semejanza de su propia sangre).

Entonces, según lo explicado, ¿cómo podría vencerse la depresión?

Pues, abundando en esta visión psicosomática, de un modo muy simple (aunque no siempre fácil): quitándole el prefijo de- a la palabra depresión y convirtiéndola en presión, es decir, en el coraje necesario para alejarse de la inmovilidad y en el valor justo para afrontar el miedo (o la incertidumbre) y seguir adelante, acompasando el ritmo que va marcando la vida (haciendo que la sangre vuelva a fluir con suficiente presión por los vasos sanguíneos).

Por lo demás, en el plano alimenticio, las raíces (zanahoria, remolacha, nabo, rábano, chirivía) le ayudarán al depresivo a poner los pies en el suelo, a arraigar; los cereales integrales, a propiciarle una visión global (integral) de su situación y a restablecer la integridad del sistema nervioso (especialmente, la avena, el mijo, la quinoa y el trigo sarraceno); y el apio y la sal marina (con moderación), por su parte, contribuirán a aumentar un poco más su tensión arterial.

Respecto a las terapias naturales, de sobra son conocidas las propiedades del hipérico dentro de la fitoterapia, de algunas esencias específicas (genciana, nogal, estrella de belén, castaño blanco, p. ej.) en la terapia floral de Bach, la combinación de hematite, cuarzo rosa y amatista en la gemoterapia o los baños de Sol (sólo a primera hora del día, para estimular la producción de endorfinas), a ser posible desnudo, dentro de la helioterapia.

Y, por supuesto, cultivar el amor (autoestima) y el humor (la risa, sobre todo). Los dos mejores antídotos que conozco para curar la depresión

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