"Efecto espejo"

Aunque uno disfrute de aguda vista, a la hora de mirarse a sí mismo, habrá partes de su cuerpo que difícilmente podrá ver: la cara, la nuca, la espalda... Para poder verlas necesitará un espejo.

Análogamente, si uno disfruta de aguda vista, a la hora de mirarse a sí mismo, habrá partes de su ser que difícilmente podrá ver: probablemente, algunas de esas facetas de uno mismo que pueden mejorarse... y que uno no reconoce. Así pues, en la medida en que uno sea humilde (una virtud que, por cierto, ayuda a conservar en buen estado la vista), llegará a ver mucho de sí mismo, incluso una gran porción de ese lado oscuro, pero, ¿y la parte que no alcanzamos a ver? ¿Qué sucede con esas aristas de nuestra personalidad que se nos escapan?

Para tal efecto, necesitamos de otras personas que hagan de nuestro espejo.

El mecanismo es muy simple: nos encontramos con alguien que hace o dice algo que nos irrita, que no podemos digerir, que nos saca de nuestras casillas. Y, ¿por qué eso nos mueve? ¿Por qué nos hace daño ese acto o esas palabras? Porque, con toda certeza, arrastramos una asignatura pendiente, algo que no hemos superado todavía, alguna aspereza que puede limarse.

En las consultas me lo encuentro con frecuencia, y lo observo claramente en las relaciones que se dan entre los seres humanos. Por ejemplo: un padre se lleva estupendamente con un determinado hijo, pero con otro a matar. Sin embargo, conforme voy tratando al padre, voy descubriendo que esa faceta que tanto le exaspera de su hijo se encuentra, en mayor o menor grado, dentro de sí mismo (Los polos iguales se repelen).

Si señalas a alguien con tu dedo acusador, recuerda que otros tres dedos te señalan a ti, dice un proverbio. Y que gran verdad.

Nadie puede decir o hacer algo que nos hiera (o moleste sobremanera) y que ese algo lo tengamos superado. Si no podemos soportar la pereza, será porque aún somos perezosos; si no podemos soportar la indiferencia, será porque, al menos de vez en cuando, nos mostramos indiferentes con alguien; si no podemos soportar la irresponsabilidad será porque en alguna faceta de nuestra vida (quizá sutilmente escondida) aún no somos suficientemente responsables.

A veces, algunas personas me preguntan: Cómo puedo saber, exactamente, cuáles son esas facetas de mi personalidad que me conviene mejorar (lo que algunos denominan defectos). Y yo les digo: Repasa tus roces con la gente, tus discusiones, tus desencuentros. ¿Qué es lo que te hacen o dicen los demás que tanta rabia te da? Pues ahí, donde más te duele, es donde más hay que rascar.

Si uno busca crecer, mejorar, superarse, pocos métodos son tan eficaces como dejarse instruir por este efecto espejo; os lo aseguro. Es muy barato y muy solvente.

Todo sea por una buena causa: nosotros mismos.

Comentarios