Los riesgos de comer demasiada carne

(Cuando digo carne también incluyo pescado, pollo, pavo u otros animales de uso común).

Que un vegetariano diga que comer carne no es saludable para las personas, para algunos/as, puede ser una opinión tendenciosa. Pero que una afirmación parecida se haga en la revista médica más prestigiosa del mundo, The Lancet, no me parece nada tendencioso.

Lo han escrito en dicha publicación Tony McMichael, catedrático de la Universidad Nacional de Australia, en Canberra, y su colega de la Universidad de Cambridge, John Powles.

En su texto explican, además, que la actividad ganadera a nivel mundial es la responsable de, al menos, una quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (los causantes del calentamiento global). Por lo que proponen para enmendarlo, de un lado, una modificación de los piensos que abastecen a las reses, de tal manera que éstos sean más digestibles y produzcan menos fermentaciones; y, de otro, una reducción de la ingesta de carne por parte de los consumidores.

En lo que a mí respecta, no me pronuncio ni a favor ni en contra de comer carne. Yo estoy a favor de la libertad de conciencia, y de que cada cual elija comer lo que desee según lo que sienta en cada momento de su vida. Otra cosa es mi opinión personal y profesional respecto del consumo de carne.

Lo que en primera instancia me parece incuestionable es que la carne (o pescado, huevos, lácteos) de hoy en día ya poco tiene que ver con la que comían nuestros antepasados. Como tampoco tienen nada que ver las cantidades que se consumían antaño con las actuales.

Antiguamente, muchos reyes y aristócratas morían de espantosas y dolorosas enfermedades (gota, infartos, embolias, hidropesía, sobrepeso, etc.) como consecuencia de un exceso de alimentos de origen animal en sus dietas algo que raramente le sucedía al empobrecido pueblo llano, que sólo tomaba carne en señaladas ocasiones (y que a menudo sufrían otro tipo de enfermedades asociadas a la malnutrición/desnutrición).

Por otro lado, fijaos que si colocáis en un plato (fuera del frigorífico) carne, pescado o un huevo abierto, a una temperatura ambiente de 36-37 grados (la interna del cuerpo humano) no pasarán muchas horas antes de que el olor se haga insoportable. Un olor que pondrá de manifiesto la putrefacción de la materia orgánica (con la subsiguiente generación de sustancias altamente tóxicas para el organismo humano). Un experimento sencillísimo que, de forma elocuente, nos indica el grado de toxicidad de la carne que se va descomponiendo. Contrariamente, si dejamos (también fuera del frigorífico) un plato con frutas, verduras y hortalizas (menos patata), incluso aunque se vayan pudriendo (para lo cual, necesitarían unos cuantos días), no olerán mal; sobre todo, si son frutas. ¿No es este un experimento igualmente significativo?

En virtud de mi experiencia, os diré que cada vez me encuentro con más personas en mis consultas y en mis conferencias que, sin necesariamente pretender volverse vegetarianas, me comentan su deseo de dejar de comer carne. Y todas ellas, cuando llevan un tiempo sin tomarla, me aseguran sentirse mucho mejor (salud, estado de ánimo, comportamiento).

¿Y las proteínas?

En el reino vegetal hay alimentos ricos en aminoácidos (los constituyentes fundamentales de las proteínas) que pueden satisfacer plena y perfectamente nuestras necesidades proteicas diarias (mijo, quinoa, espelta, amaranto, polen, algarroba, algas, soja, etc.). Además, estas proteínas son más afines a nuestro organismo, se asimilan mucho mejor y requieren de menos recursos para ser metabolizadas.

¿Y la vitamina B12?

La B12 (no las moléculas análogas a la B12 -que no realizan la misma función fisiológica-) se produce a partir de unas bacterias que se encuentran en la tierra y que pasan a la cadena trófica a través de los herbívoros (que al ingerir la hierba lo hacen junto con ciertas cantidades de tierra que contiene las bacterias productoras de la B12). Así que una manera de asegurarse su incorporación a nuestro organismo sería consumiendo productos de origen animal de ganadería ecológica (lácteos de cabra, huevos, jalea real) o bien tomando hortalizas ecológicas (las no ecológicas, probablemente, no servirían) con todos estos requisitos: que se hayan criado en contacto con la tierra (zanahoria, nabo, chirivía, chufa), que no requieran ser peladas para ser ingeridas, que no estén cocinadas y que se limpien con un cepillo (no con agua, para no arrastrar los microorganismos productores de B12).

De todos modos, un lactovegetariano u ovolactovegetariano no tiene que ocuparse del tema de la B12, sólo los veganos (vegetarianos que no consumen ningún producto de origen animal). Ellos pueden obetenerla siguiendo las recomendaciones anteriores.

Por consiguiente, reduciendo la cantidad de carne en la dieta:

- le ahorraremos mucha energía (la digestión de las proteínas de origen animal requiere un gran gasto energético) y recursos (minerales como el calcio, por ejemplo) a nuestro organismo,
- reduciremos o evitaremos la acidificación de la sangre,
- en general, prevendremos toda una serie de enfermedades asociadas al consumo de carne;
- posiblemente, notaremos ciertos cambios en nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento (más tranquilos, menos agresividad, menos estrés, menos miedo);
- adoptaremos una actitud ecologista al reducir la cantidadd de agua, alimentos y recursos destinados a criar ganado;
- contribuiremos a reducir las emisiones de gases que favorecen el efecto invernadero.

No obstante, si coméis carne, las siguientes recomendaciones os ayudarán a que os perjudique en menor medida:

- procurad elegir una carne ecológica (certificada) o bien compradla en carnicerías musulmanas (simplemente, porque los musulmanes siguen unas pautas muy estrictas de salubridad a la hora de criar y de sacrificar a sus animales),
- la carne menos perjudicial sería la de cordero o la de los peces pescados en ríos de aguas puras, así como los pollos de granja criados al aire libre;
- la carne más digestible y natural es la que no está muy cocinada (tengamos en cuenta que todos los animales que comen carne la comen cruda), si bien es cierto que si la carne no inspira gran confianza puede ser aconsejable cocinarla bien, para destruir posibles microorganismos patógenos;
- procurad comerla junto con alimentos que ayuden a contrarrestar su toxicidad, como el ajo y la cebolla crudos, el jengibre y una buena ensalada,
- la mejor manera de combinar la carne es con verduras, no con otros alimentos concentrados (patatas, legumbres, huevos, pan, etc.);
- aunque te guste mucho, evita comerla a diario;
- si la comes al mediodía, procura hacer una cena muy ligera o a base de fruta; si la comes por la noche, intenta que no sea en gran cantidad;
- la mejor manera de comer el pescado es al vapor y a la plancha (en ese orden), y mejor añadirle el aceite en crudo cuando ya esté cocinado.

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