Alopecia

(Nota importante: en el contexto de la Psicosomática, podemos definir conflicto como el choque entre lo que es armónico - con la Naturaleza y el Universo - y aquello que no lo es en el individuo, y que tiende a expresarse corpóreamente en forma de síntoma o de enfermedad; o, dicho de un modo más científico, la disminución del grado de entropía de nuestro organismo).

Hoy no voy a hablaros de las causas físicas de la alopecia (genéticas, falta de nutrientes, radiaciones ionizantes, medicamentosas, etc.), de sobra conocidas por vosotros/as; sino de las causas psicosomáticas. La Psicosomática (o Psicobiología) ve a la enfermedad (afección, dolencia...) como la expresión corpórea de un conflicto (o inarmonía) no resuelto. Y sitúa al individuo como causa primigenia de su afección. Le confiere toda la responsabilidad; y, por tanto, el control de su curación (supeditada, siempre, a su voluntad).

Dicho esto, entro en materia. Y, modestamente, con gran conocimiento de causa, ya que sufrí (y nunca mejor dicho) alopecia durante una buena parte de mi vida, hasta que hace algunos años, profundos cambios operados en mi persona, me llevaron a revertir el proceso, e, incluso, a recuperar una buena parte de mi cabellera (quienes me conocen desde hace años lo saben muy bien). O sea, que hoy más que nunca voy a hablaros de mi experiencia vivida en primera persona y ampliamente contrastada con gran número de individuos que he observado a lo largo de los años.

La caída del cabello me recuerda a un bosque moribundo cuyos árboles comienzan a perecer como consecuencia de su debilidad. Una debilidad que no consigue superar los avatares que plantea la vida. Así pues, un buen día las hojas de los árboles de ese bosque se vuelven amarillentas, se secan. Además, el tronco es invadido luego por parásitos. A lo que, finalmente, sucumben a la enfermedad, se pudren y posteriormente desaparecen. Y donde antes había un fecundo y abundante vergel ahora sólo queda un desierto completamente yermo.

Sí, la alopecia tiene mucho que ver con la debilidad. Y que un niño lo sea es comprensible. Es ley de vida; no la expresión de un conflicto. Pero que un adulto sea débil... como un niño, o con alguna faceta pueril de debilidad, termina generando conflicto (y, a la postre, enfermedad). Por cierto, hablando de niños, ¿os habéis dado cuenta de que casi todos los bebés recién nacidos son bastante calvitos? De hecho, el poco cabello que poseen es fino y muy delicado, vulnerable... como ellos. Por eso, cuando asocio la alopecia a la debilidad, añadiría: debilidad del polo masculino (algo que poseen tanto hombres como mujeres). El polo masculino es una mitad (de una dualidad) del individuo que tiene que ver con la fuerza, con la valentía, con el coraje. Cuando el polo masculino se expresa sin restricciones, armoniosamente, el individuo, ya sea hombre o mujer, se hace valer sin que le tomen el pelo (autoestima), afronta sus temores y lucha por conseguir sus objetivos. Eso es fuerza: la antítesis de la debilidad.

Un bebé también se caracteriza por su dependencia (mayormente, de la madre, su nodriza) y por su falta de madurez. E, igualmente, ambos son signos característicos del/de la alopécico/a (una persona puede llegar muy alto en su vida, puede ser, incluso, presidente de un país muy poderoso, y ser, a la vez, profundamente inmaduro; o un individuo puede ser muy independiente en muchas facetas de su vida pero, simultáneamente, ser tremendamente dependiente del tabaco, por ejemplo). Dependencia: un concepto (como el de inmadurez) que puede comprender múltiples facetas en el ser humano: dependencia emocional de terceros, del criterio ajeno para tomar ciertas decisiones, de sustancias químicas o drogas, de alimentos (como el dulce, el chocolate o los hidratos de carbono), de diversas actividades (como el sexo o el trabajo), y, así, un larguísimo etcétera. Una faceta que va íntimamente ligada a la falta de libertad; porque en ningún caso se puede ser libre y dependiente al mismo tiempo. Fijémonos que muchos individuos comienzan a perder cabello cuando se incorporan a estructuras sociales jerarquizadas que, en mayor o menor grado, merman su libertad (capacidad para decidir sin estar condicionado por nada ni por nadie): el ejército y determinadas religiones (he conocido a muchos seminaristas y soldados alopécicos) o sectas, ciertos trabajos muy restrictivos con la libertad individual, etc. Os sorprendería la enorme cantidad de ejecutivos japoneses alopécicos (la mayoría de ellos, totalmente esclavizados por su trabajo).

Asimismo, una expresión muy conocida del lenguaje coloquial también arroja bastante luz sobre la simbología asociada a la alopecia: Se te transparentan las ideas. Algo que a veces se le dice a quien comienza a perder cabello. Así pues, la alopecia nos obliga a ser transparentes, esto es, sinceros (en tanto que se nos transparentan las ideas). Algo que he podido corroborar al establecer un vínculo muy preciso entre muchos/as alopécicos/as y su falta de sinceridad/transparencia. Y, como expliqué en un artículo anterior, la falta de sinceridad siempre va asociada al miedo (la persona teme decir la verdad porque se siente incapaz de asumir las consecuencias que le traería el decirla).

Quede claro que quienes padezcan de alopecia, en mayor o menor medida, experimentarán estos signos; pero dichos conflictos (insinceridad, falta de transparencia o de madurez, dependencia, etc.) no siempre se expresan en el individuo bajo la forma de una alopecia.

No obstante, llegados a este punto, hablemos de soluciones (no de remedios). Para resolver los conflictos que pone de manifiesto la alopecia, como podréis imaginar, la persona tendría que tomar plena conciencia de cada uno de ellos (en virtud de la humildad) y decidir después esforzarse (quizá mucho) para superarlos (gracias a la voluntad). Lo que no siempre les resultará fácil a algunos/as. De hecho, no conoceréis a mucha gente que lleve años perdiendo el cabello y que a partir de un determinado momento de su vida, como consecuencia de un cambio profundo de actitud (crecimiento personal), comience a recuperarlo. Pero yo doy fe de que puede conseguirse.

Por consiguiente, nos hará falta para superar (cuanto menos, frenarla) la alopecia:

- madurar, en el sentido más amplio de la palabra y con todo lo que ello supone;
- ir ganando libertad (en contraposición a la dependencia) en el mayor número posible de facetas,
- volverse más y más transparente (no ocultar lo que somos, ni lo que pensamos ni lo que sentimos) y sincero, venciendo los temores que nos impiden serlo;
- afrontar los miedos con valentía, determinación y fe (autoconfianza);
- servirse del coraje para lograr nuestros objetivos vitales, es decir, luchar por nosotros mismos, por obtener de la vida aquello que merecemos, que es justo y necesario para nuestro desarrollo armonioso (autoestima);
- seguir más al corazón que a la mente, es decir, pensar menos y sentir más.

A nivel físico, nos ayudará:

- comer alimentos integrales, especialmente el mijo (magnífico cereal, e ingrediente de muchas fórmulas anticaída) y la quinoa;
- reforzar la alimentación con polen (muy rico en minerales, oligoelementos y vitaminas del grupo B, fundamentales para mantener el cabello fuerte),
- tomar a diario germinados de alfalfa en las ensaladas,
- evitar los fritos, las grasas animales, el exceso de aceite (que entorpecen la microcirculación sanguínea) y los alimentos verdes que aún no han terminado de madurar (sobre todo, la fruta);
- mantener el intestino limpio con irrigaciones periódicas (preferiblemente, de infusión de tomillo);
- cortar el cabello en luna creciente o llena (nunca en menguante). Los agricultores biodinámicos conocen muy bien la influencia que ejerce la Luna en el crecimiento de las plantas.
- Lavar el cabello con champús completamente naturales. Recomiendo los de la marca Urtekram.

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