Toxinas

Tal como muy acertadamente indicó hace un par de días un lector asiduo de Saliment, en un comentario a pie de artículo, toxina es todo aquello que entra (o se genera) en nuestro cuerpo y no nos favorece (o que nos perjudica).

A propósito de esta definición, toxinas son:

- tabaco o drogas;
- alcaloides contenidos en determinados comestibles (como las setas venenosas),
- sustancias de desecho, producto del metabolismo celular, como el anhídrido carbónico;
- alcoholes que derivan de la incorrecta digestión de las frutas,
- metales como el mercurio, el plomo, el cromo o el cadmio;
- contaminantes ambientales como el monóxido de carbono, el hollín o la radiación ultravioleta;
- contaminantes de nuestro hogar: insecticidas, formaldheido, iones positivos, productos de limpieza, etc.

Sin embargo, si modificamos la definición anterior con vistas a conferirle un carácter holístico, resultaría algo así: toxina es todo aquello que entra o se genera en nuestro interior y que nos provoca inarmonía (enfermedad, malestar, dolor, desequilibrio, degeneración, etc).

Y, a tenor de esta nueva definición, toxinas también serían:

- Un recuerdo amargo y persistente anclado en la memoria,
- un deseo no cumplido que deviene frustración,
- ira acumulada y no expresada,
- un miedo intenso que no se supera,
- albergar el propósito de hacer daño a un ser humano,
- cualquier pensamiento negativo,
- algo que nos han hecho que nos corroe,
- una obsesión que nos esclaviza,
- una preocupación recurrente,
- ganas de llorar reprimidas, etc.

¿Y cómo liberarnos de las toxinas? Evidentemente, sacándolas al exterior.

En el caso de las toxinas físicas:

- aumentando la ingesta de frutas y de verduras crudas,
- haciendo curas de ajo, limón o cebolla;
- tomando jengibre,
- bebiendo un agua lo más pura posible (preferiblemente, pobre en minerales),
- haciendo ayunos o semiayunos (de fruta, por ejemplo),
- practicando saunas regularmente,
- limpiando el colon mediante irrigaciones semanales,
- ingiriendo más alimentos naturales y ecológicos y evitando los comestibles,
- sustituyendo los productos refinados por alimentos integrales,
- añadiendo algas o germinados a nuestras comidas,
- evitando sustancias intrínsecamente tóxicas (café, tabaco, alcochol, drogas, etc.).

En el caso de las toxinas psicoemocionales:

- Un recuerdo amargo y persistente anclado en la memoria: aprendiendo a vivir en el presente;
- un deseo no cumplido que deviene frustración: luchando por conseguir lo deseado o aceptando de buen grado el hecho de no haberlo conseguido;
- ira acumulada y no expresada: expresando la ira mediante alguna clase de terapia (escribiéndola o visualizando cómo se disipa) o método corporal;
- un miedo intenso que no se supera: la mejor y más rápida manera que conozco de superar un miedo es afrontándolo;
- albergar el propósito de hacer daño a un ser humano: procurando el bien de ese ser humano, o, si no, renunciando a la idea de hacerle daño;
- cualquier pensamiento negativo: concentrándose en el pensamiento opuesto (paz, amor, armonía, fraternidad, tranquilidad, etc.) y alimentándolo, porque la mente no puede pensar en dos cosas a la vez;
- algo que nos han hecho y que nos corroe: la comprensión (o la comprensión en grado superlativo: compasión) y la tolerancia pueden ayudar mucho a librarse del rencor;
- una obsesión que nos esclaviza: abrir la mente a otras ideas, a otras posibilidades, explorar nuevos caminos, esforzarse por vivir una vida más rica, más diversa y más plena;
- una preocupación recurrente: quitándole el pre a preocupación, es decir, ocupándose de las cosas, porque quien está ocupado es difícil que esté pre-ocupado;
- ganas de llorar reprimidas: obviamente, llorando, hasta que sintamos que ya no queda aire en los pulmones, hasta que saquemos todo nuestro malestar afuera.

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