El cáncer de pecho, el tomarse las cosas muy a pecho y el despecho.

Soy consciente de que cada vez son más los terapeutas que tienen en cuenta una visión psicosomática a la hora de valorar o analizar los síntomas, las disfunciones o las afecciones de sus pacientes. Sin embargo, la inmensa mayoría de ellos se basan, no en sus propias experiencias, sino en la de algunos autores de renombre. Somos muy pocos los que nos dedicamos a investigar por nuestra cuenta, con tiempo suficiente de por medio, y a extraer nuestras propias conclusiones.

Mi visión de la psicosomática, a diferencia de la de otros investigadores, se caracteriza por su gran síntesis de conceptos, de tal manera que la explicación simbólico-metafórica de los síntomas o de las enfermedades viene dada por una o pocas palabras o por una o pocas frases que habitualmente encuentran hueco en el lenguaje coloquial. De ese modo, la persona afectada es capaz de comprender, normalmente de forma inmediata, los porqués profundos y la naturaleza misma de su afección y del conflicto que lo desencadena (lo que en sí mismo ya es una poderosa herramienta que le faculta para resolver satisfactoriamente su tema).

En relación con el tema que hoy me ocupa, os diré que he entrevistado a varias mujeres que han padecido cáncer de pecho. A algunas de ellas, incluso, se les ha practicado una mastectomía (extirpación de uno o de los dos senos). Y en todos los casos he observado un denominador en común: habían experimentado alguna situación desagradable (humillante, hiriente...) que se habían tomado muy a pecho durante largo tiempo. Por su parte, en las que habían sido mastectomizadas, se daba la circunstancia, añadida, de que se habían sentido profundamente despechadas (la Real Academia Española define despecho como una malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad. Pero si os fijáis, la palabra despecho, literalmente, significa sin pecho. Curioso, ¿eh?).

Ciertamente, todas las mujeres que investigué desarrollaron un conflicto previo al padecimiento de la enfermedad que se prolongó, intensamente, durante largo tiempo (a menudo, años). Un período en el que, sin darse apenas cuenta, cultivaron un sentimiento de animadversión, de resentimiento, cuando no, de hostilidad, hacia el objeto desencadenante de ese despecho (con frecuencia, sus respectivas parejas).

Una de las mujeres afectadas, por ejemplo, convivió con un marido que le había sido infiel. A lo que ella, durante años, se sintió despreciada, infravalorada y herida. En síntesis: despechada.

Veamos ahora otros denominadores en común muy significativos asociados a este cuadro patológico.

- Cáncer. Que en latín significa cangrejo. Un animal que devora la carne muy lentamente (su boca es diminuta y sólo le caben pequeños trocitos). Muchos enfermos de cáncer explican su enfermedad diciendo: tengo algo aquí dentro que me está devorando lentamente. Pero en el sentido físico... y anímico. Es decir, que hay un episodio conflictivo y no superado en sus vidas que les devora, que les corroe por dentro.
- Pecho. Es un símbolo de valor (sacar pecho, hinchar el pecho -lo que hacen muchos animales para reafirmarse y para intimidar a otros-). Por tanto, el hecho de que te lo quiten (te asemeja anatómicamente a un hombre) simboliza que tu valor, tu fe y tu determinación (polo masculino) se han visto reducidos a la mínima expresión. Pero los senos (en el caso de las mujeres) son, además, un símbolo de feminidad, por lo que el extirparlos delata que esa feminidad se ha visto dañada severamente (conflicto de género) como consecuencia del despecho sufrido.
- Autoestima. Habitualmente, muy baja. Algo que se pone claramente de manifiesto al supeditar la mujer su autoconcepto al que le viene dado por su pareja.

También se da la circunstancia de que muchas de estas mujeres experimentan alguna suerte de dependencia de sus parejas, por lo que sienten (aunque en el fondo no tenga por qué ser así) que no han tenido más remedio que soportar esa situación de despecho durante largo tiempo (para, pongamos por caso, poder mantenerse o para evitar sufrimiento a los hijos).

En realidad, más allá de las consideraciones orgánicas y terapéuticas (cualesquiera que éstas sean), el cáncer de pecho no puede tener lugar en mujeres con la autoestima muy alta, ya que en éstas el autoconcepto y la autovaloración dependerán de sí mismas y nunca de terceros. Y, por otro lado, una mujer con suficiente grado de independencia (no sólo económica, sino psicoemocional y de criterio) sería del todo improbable que pudiese experiementar un conflicto de pareja como los mencionados anteriormente.

Por consiguiente, para prevenir y curar (sanar) el cáncer de pecho, aparte de las pautas terapéuticas que correspondan en cada caso, hará falta desarrollar un trabajo personal que consista básicamente en:

- Alejarse del resentimiento y adentrarse en la compasión. Perdonar no significa que aprobemos lo que los demás hacen, significa que les comprendemos dentro de sus circunstancias y que somos capaces de trascender el malestar que puedan habernos ocasionado. Y que aunque no justifiquemos sus acciones, al menos, podemos explicarlas de una forma lógica (que nos saque de la incomprensión, de la desesperación y del rechazo).
- Cultivar el valor (sacar pecho), la fe (en una misma) y la determinación (para tomar las decisiones justas y necesarias orientadas a mantener nuestro bienestar).
- No tomarse las cosas (desagradables) demasiado a pecho, o, cuanto menos, no recrearse ni obsesionarse en el malestar causante.
- Amarse una a sí misma. Es decir, que ese amor (y la autovaloración y el autoconcepto que de él derivan) no dependa del criterio ajeno. Porque entonces estaremos a merced de los demás; con todo lo que ello supone.

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