Las calorías ceden el paso a la "radiovitalidad"

La moderna dietética se nutre, en parte, de conceptos que surgieron en el siglo XIX, como el de caloría, aplicado a la nutrición humana. Unos conceptos que, en gran medida, se antojan anticuados y poco solventes.

Por ejemplo, conozco casos de personas que seguían dietas hipocalóricas y que no conseguían perder peso. Y me consta que existen tribus salvajes cuyos individuos siguen dietas de menos de 500 calorías al día y que, sin embargo, se pasan todo el día extraordinariamente activos, algo que resulta imposible de explicar si atendemos al poder calórico de los alimentos que ingieren. ¿A qué se debe este fenómeno?

Nuestro cuerpo es un organismo vivo que guarda su máxima afinidad con los alimentos vivos, particularmente frutas y verduras frescas, frutos secos, raíces y algunas semillas. Somos lo que comemos, y nuestra vitalidad física viene dada, en mayor medida, por la vitalidad que confieren los alimentos.

¿Pensáis que da lo mismo comer un tomate que ha sido recolectado verde, cultivado con fertilizantes químicos y pesticidas, en un invernadero y luego madurado artificialmente con gas que otro que se ha cultivado con fertilizantes naturales, al aire libre, que le ha dado el Sol y que ha madurado en la planta? El sentido común nos dice que no. ¿Pero qué es, en realidad, lo que marca una gran diferencia entre uno y otro? El grado de radiovitalidad. O de vitalidad, para simplificar.

Un tal Antoine Bovis, científico francés, a principios del siglo XX, se atrevió a afirmar, en contra del sentido generalizado de la ciencia oficial imperante, que los alimentos debían ser considerados, no sólo por su contenido químico sino por sus cualidades energéticas y vibratorias, introduciendo por aquel entonces el concepto de radiovitalidad. E inventando un aparato para cuantificarla: el biómetro de Bovis.

Según las mediciones arrojadas por dicho instrumento, podemos establecer una tabla de radiovitalidad para algunos de los alimentos/comestibles más comunes (UB=Unidad Bovis):

- Frutas y verduras frescas: 8000-10000 UB
- Cereales integrales cocinados: 9000 UB
- Aceite de oliva virgen y 1ª. presión en frío: 8500 UB
- Pescado de mar, crudo y fresco: 8000 UB
- Patata cocida: 7000 UB
- Vibración neutra (persona sana): 6500 UB
- Huevos: 5000 UB
- Vino tinto: 4500 UB
- Hortalizas cocidas: 3500-4000 UB
- Carnes cocinadas, queso fermentado, café, pan blanco, bollería industrial: 1000-2500 UB
- Azúcar refinado, margarina, alcohol, conservas: próximos a 0 UB

Como veis, los alimentos que vibren por encima de 6500 UB nos proporcionarán fuerza, vitalidad y salud; mientras que los que los que lo hagan por debajo de ese valor nos las restarán.

Algunos factores que incrementan el grado de vitalidad de un alimento son:

• la luz del Sol,
• un agua de riego o de consumo lo más pura posible,
• terreno de cultivo o pastos libres de contaminantes,
• ausencia de estrés (animales de crianza),
• un aire de calidad,
• contacto directo con la Naturaleza,
• cultivo ecológico y biodinámico (atendiendo a las fases lunares) o crianza natural,
• transporte, conservación, distribución y envasado lo más naturales posible;
• manipulación y preparación delicados,
• prepararlos con utensilios apropiados (acero inoxidable, madera, vidrio),
• cocinarlos con amor.

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