La psicosomática de la fibrosis pulmonar idiopática explicada a través de un caso real

La fibrosis pulmonar idiopática, o criptogénica (sin un origen conocido... oficialmente), es una enfermedad que se caracteriza por una cicatrización o engrosamiento de los pulmones que los torna progresivamente rígidos, lo que va dificultando cada vez más la respiración del paciente. Un proceso que acostumbra a devenir mortal en un plazo máximo de cinco años.

Una persona a la que conocí de cerca, y que pude observar durante casi veinte años, sufrió y falleció como consecuencia de esta patología. Un caso muy interesante cuyos detalles paso a relataros seguidamente.

Lo primero, vayamos a la esencia y recordemos muy sintéticamente el mecanismo intrínseco de la enfermedad: los pulmones se van volviendo fibrosos y rígidos, lo que dificulta y termina impidiendo la respiración. Y ahora, tengamos presente que las enfermedades relacionadas con órganos pares (pulmones, ovarios, riñones, etc.) se asocian a conflictos de pareja (entendiendo pareja como dos individuos, independientemente del tipo de relación que les vincule).

La persona a la que me refiero, y que sirve para ilustrar este caso (extrapolable, dicho sea de paso, a otros que he conocido) era un padre de familia casado y con dos hijos. Un hombre de cuarenta años de edad (cinco más que su mujer), en cuya relación de pareja el amor se estaba viendo sustituido por una relación de mutua y creciente dependencia e interés. Además, se daba la circunstancia (clave en toda esta historia) de que ella desempeñaba un papel muy dominante y posesivo en el tándem, ante el cual, él solía plegarse. A lo que añadiremos que él fue desarrollando un deseo cada vez mayor de poner punto y final a esa relación de pareja. Una idea que, sin embargo, le atemorizaba, y que se vio frustrada. Sobre todo, por lo que, según él, pudieran llegar a acusar y sufrir mis dos hijos.

Otro punto muy destacable es que el paciente era un fumador empedernido (la fibrosis pulmonar suele darse en este sector de la población). Un hecho determinante en la génesis de la enfermedad. Porque el acto de fumar también está relacionado con conflictos de pareja, a saber:

- la pareja que no se tiene pero se anhela,
- la que se tiene pero no llena,
- la que se tiene pero sólo se ve ocasionalmente (por tanto, se echa de menos),
- la que se tiene pero nos ignora, infravalora o menosprecia;
- la que se tuvo y se marchó (por fallecimiento o separación),
- la soledad mal llevada (el no saber estar solo con uno mismo -falta de autoestima-), y cuando ésta no se sabe superar sin la compañia de otra persona.

El humo del tabaco, por consiguiente, llena un vacío (los pulmones) en el individuo que no llena la pareja (ya sea la existente o la deseada).

Sea como fuere, recuerdo bien muchas de las conversaciones que mantuve con esta persona, y los términos, tan significativos y reveladores, en los que se expresaba. Es que ella no me deja ni respirar. Esta relación me asfixia, me decía a veces. Estoy muy cansado de esta esto. Necesitaría darme un respiro, tomar aire fresco, me decía otras veces. Pero no tengo valor para dejarla. ¿Qué sería de mis hijos? Imaginad ahora esas mismas frases, con una poderosa carga emocional (de malestar, de sufrimiento), repetidas (y vivenciadas) frecuentemente durante años. Al final, obviamente, hacen mella y acarrean consecuencias.

Dramático, sin duda; pero, al mismo tiempo, maravilloso. Maravilloso, quiero decir, el mecanismo que opera a través de la enfermedad, que, de tan portentoso y poderoso que es, parece mágico. Porque el cuerpo, y esto es lo extraordinario, se va construyendo y modificando a cada instante de nuestras vidas al compás que le marca nuestra mente y nuestras emociones. Y de un modo tan preciso y concreto que en la exacta definición de la enfermedad (y, en particular, en la manera en que el paciente la explica) podemos encontrar fácilmente la clave para entender su trasfondo simbólico-metafórico (con sus generalidades, y especificidades, eso sí, para cada individuo). Tal cual, el caso que ahora nos ocupa: Me ahogo. Me asfixio. Ella no me deja ni respirar. Estoy cansado de esto. Necesito aire fresco (oxígeno=vida).

Los síntomas que padeció nuestro protagonista son los que siguen:

- tos seca (que simboliza las toxinas que hay que sacar de ese órgano par -los pulmones-, el cual representa la propia relación de pareja),
- cansancio por falta de oxígeno en la sangre (representa el cansancio que él experimentaba en el seno de la relación, un cansancio que luego termina transfiriéndose al plano de la realidad y de lo corpóreo),
- pérdida de peso (el que símbólicamente, y como consecuencia de su sumisión, él estaba perdiendo en el seno de su familia),
- dolor de garganta (por la tos) al tragar (simboliza el dolor que él sentía... por lo que tenía que tragar en su relación),
- progresiva rigidez en los pulmones (porque rígida era la relación que ambos mantenían, rígida e inflexible; cuando lo que se imponía era, precisamente, la flexibilidad, el adaptarse a las circunstancias mediante un cambio).

Finalmente, esta persona falleció de una enfermedad lenta y penosa, cuyo desenlace, traspasado cierto umbral, se hizo inevitable. Es un caso más en el que el individuo va tomando sucesivas decisiones basadas en el miedo. Algo nada recomendable, si lo que uno pretende es mantenerse alejado del sufrimiento e instalarse en un cierto grado de armonía.

La solución hubiera estribado en haber hecho acopio de valor y haber concluido esa abrasiva relación de pareja. Máxime, teniendo en cuenta que ya se había terminado el amor y que habían fracasado los sucesivos intentos de diálogo. Simplemente, se trataba de cambiar de aires, de respirar a pleno pulmón, libremente, sin ataduras, sin ahogos, sin dejarse asfixiar por terceros. Tomando uno las riendas de su propia vida, sin condicionamientos externos. Eligiendo como camino el amor (autoestima), en vez de el miedo. Llenándose uno de sí mismo, de todas las experiencias que nos ofrece la vida, y, más aún, como consecuencia de nuestra interacción con los seres humanos.

Así y todo, las más de las veces, la muerte aparenta ser algo oscuro, temible e indeseable. Se muestra ante nosotros relacionada con lo inarmónico, con la destrucción, con el final de las cosas y de las personas. Sin embargo, cuando la muerte es el colofón de una enfermedad, se erige en la expresión material de un conflicto no resuelto, que, para quienes así lo creemos, nos lleva a renacer... en una nueva vida (es decir, en su presencia nos vemos obligados a hacer, o vivir, lo que podríamos haber hecho y no hicimos); es una nueva oportunidad de hacer mejor las cosas, una nueva oportunidad para aprender, para crecer y para evolucionar.

La enfermedad, pues, nos permite resolver nuestro conflicto... en un plano simbólico-metafórico, el cual contiene la clave (la llave) para poder trasladar esa resolución al plano de la realidad, y, de ese modo, poder curarnos.

Por eso, en el fondo, visto desde cierto ángulo, todo encaja; y todo es perfecto.

Comentarios