Me quito el sombrero

Ana, una amiga, me envió anteayer un vídeo que me dejó boquiabierto. De hecho, me impresionó tanto que decidí buscar información sobre su protagonista para luego compartirla con vosotros/as aquí, en Saliment.

Veréis: yo creo que todas las personas que nos encontramos en la vida pueden ser nuestras maestras, pues, al fin y al cabo, de todas ellas podemos aprender. Incluso de aquéllas con las que la relación se antoja más oscura. Por eso, no creo mucho en los maestros con mayúsculas.

Sin embargo, viendo algunos vídeos sobre nuestro protagonista de hoy, inevitablemente, he pensado: Menudo maestro. Hay que tener... valor para hacer lo que él hace.

Desde luego, un maestro no es el que se pone delante de una audiencia hablando maravillosamente sobre la vida, sobre el amor o sobre las grandezas y las posibilidades del espíritu humano. Si una persona tiene conocimientos y elocuencia puede resultar brillante delante de un público. Lo que no la convierte en una maestra. Al menos, no necesariamente.

En mi opinión, la maestría de un ser humano no viene dada tanto por sus palabras como por sus actos. Y, especialmente, en los momentos más difíciles y duros de la vida. Ahí es cuando se sabe de qué pasta estamos hechos. Lo demás son apariencias. Y las apariencias engañan.

El chico del vídeo se llama Nick Vuijicic y es australiano. Nació sin piernas ni brazos. Sólo tiene una especie de pie con dos dedos protuberando de su muslo izquierdo. Imagináos... Un reto que asumió con valor y determinación desde pequeño y que le ha hecho superar lo indecible a lo largo de su vida. Ahora es director de una organización de ayuda a los discapacitados y un orador motivacional que da charlas y conferencias muy peculiares por todo el mundo. Sobre todo, para chavales jóvenes.

Comprobaréis que esta persona es, además, todo un personaje. Un maravilloso personaje. Un ser humano lleno de humor/amor (sólo cambia una vocal) y demostradamente capaz de reírse de sí mismo. Una persona sin complejos, valiente y decidida, que se da toda sin restricciones y sin miedos. Un mago en toda regla: capaz de convertir la tristeza y la desolación (la suya y la de quienes le rodean) en alegría y esperanza.

¿Qué más puedo decir de él? Pues que me quito el sombrero, maestro.


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