El que sigue a continuación es un texto que escribí hace un tiempo y que pone de relieve las diferencias entre los actos movidos por el amor y por el temor. Ahora, lo comparto con vosotros/as:
Amor: Me encanta ir por la calle y ver gente de todas las razas, de todos los colores, hablando distintos idiomas… Me resulta estimulante y enriquecedor.
Temor: Los inmigrantes, o son unos delincuentes, o nos quitan los puestos de trabajo o pretenden invadirnos culturalmente.
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Amor: No te preocupes. Si vendo el piso te daré la parte que te corresponde. Te lo aseguro.
Temor: ¿Me lo prometes?
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Amor: Te pido disculpas por lo que sucedió. Asumo mi responsabilidad. ¿Puedo hacer algo para compensarte?
Temor: Seguro que si te perdono volverás a hacer lo mismo tarde o temprano.
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Amor: ¿Te importa que comamos directamente de la paella? Es que tengo todos los platos en el lavavajillas.
Temor: Pues la verdad es que no me hace mucha gracia. Así pueden contagiarse algunas enfermedades.
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Amor: Mira, mamá, me he comprado este vestido que resalta mi figura. ¿A que me favorece?
Temor: Como te vean así en el barrio, pensarán los vecinos que te has vuelto una fulana.
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Amor: Estoy segura de que en un futuro, no sé si lejano, se acabarán las guerras.
Temor: Te equivocas. A veces hacen falta las guerras para poner orden. Además, sin ellas no podríamos mantener nuestras libertades ni nuestro estilo de vida.
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Amor: Yo propongo que tendamos un puente que salve el río y que una definitivamente las dos ciudades, porque de ese modo favoreceremos el intercambio comercial y las comunicaciones entre ambas. Además, sería una manera de enriquecernos mutuamente.
Temor: Pues lo que yo propongo es que amurallemos nuestra ciudad y que aumentemos la vigilancia mediante cámaras en su perímetro. Tenemos muchas cosas que nos separan de nuestros vecinos. No me fío ni un pelo de ellos. Mejor nos irá si cada uno se queda en su sitio.
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Amor: Me gustaría que intentáramos limar nuestras diferencias y que nos viéramos pronto. Seguro que dialogando podríamos llegar a un acercamiento, y darnos cuenta de todo lo que tenemos en común.
Temor: Pues yo no quiero verte ni en pintura. Nunca olvidaré lo que me has hecho. Y no tengo nada más que hablar contigo. Se acabó.
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Amor: Aunque no estoy enamorado de ti, me encanta estar contigo, compartiendo el aquí y ahora, y disfrutando de esos muchos momentos especiales y agradables que compartimos.
Temor: Aunque tú me atraes físicamente y como persona, y me siento muy a gusto a tu lado, creo que es mejor que seamos sólo amigos. Siento que no eres el hombre de mi vida. Y si estoy contigo como pareja me alejo de la posibilidad de encontrarlo.
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Amor: No te preocupes. Ya verás como todo irá bien. Es sólo un barrio de gente obrera.
Temor: ¿Pero has visto las pintas que tienen esos? Seguro que si seguimos aquí terminan atracándonos.
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Amor: Qué bien, por fin llega el invierno, ¡y la nieve! Ahora podremos hacer un muñeco en el jardín.
Temor: Hace un frío de pánico. No salgas afuera, hijo mío, que podrías constiparte.
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Temor: Si le dices la verdad al pueblo te arriesgas a que los electores no te vuelvan a votar, y las elecciones son pasado mañana. ¡No cometas una locura!
Amor: Pese a todo, les diré la verdad. Me gusta dormir por las noches sin recurrir a las pastillas.
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Temor: Esta crisis va a terminar conmigo. Nos dirigimos hacia el desastre. No sé cómo vamos a salir de ésta. Toda la culpa la tiene este maldito gobierno.
Amor: Esta crisis es una oportunidad para cambiar y para mejorar nosotros y nuestra sociedad. Simplemente, estamos evolucionando hacia una época mejor, con mayor armonía y bienestar. Las crisis, mal que nos pese, son necesarias para transformarnos y reconvertirnos. Forman parte de la vida. Si no existieran, nos quedaríamos dormidos en los laureles y no cambiaríamos nunca. Lo que pasa es que, a veces, antes de llegar a la luz, hay que atravesar un túnel, que incluso puede ser largo. Pero seguro que saldremos de ésta. Ya verás.
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Amor: Te amo.
Temor: Pero… ¿y mañana? ¿Me amarás?
AMOR Y TEMOR DIALOGAN
Amor: Me encanta ir por la calle y ver gente de todas las razas, de todos los colores, hablando distintos idiomas… Me resulta estimulante y enriquecedor.
Temor: Los inmigrantes, o son unos delincuentes, o nos quitan los puestos de trabajo o pretenden invadirnos culturalmente.
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Amor: No te preocupes. Si vendo el piso te daré la parte que te corresponde. Te lo aseguro.
Temor: ¿Me lo prometes?
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Amor: Te pido disculpas por lo que sucedió. Asumo mi responsabilidad. ¿Puedo hacer algo para compensarte?
Temor: Seguro que si te perdono volverás a hacer lo mismo tarde o temprano.
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Amor: ¿Te importa que comamos directamente de la paella? Es que tengo todos los platos en el lavavajillas.
Temor: Pues la verdad es que no me hace mucha gracia. Así pueden contagiarse algunas enfermedades.
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Amor: Mira, mamá, me he comprado este vestido que resalta mi figura. ¿A que me favorece?
Temor: Como te vean así en el barrio, pensarán los vecinos que te has vuelto una fulana.
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Amor: Estoy segura de que en un futuro, no sé si lejano, se acabarán las guerras.
Temor: Te equivocas. A veces hacen falta las guerras para poner orden. Además, sin ellas no podríamos mantener nuestras libertades ni nuestro estilo de vida.
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Amor: Yo propongo que tendamos un puente que salve el río y que una definitivamente las dos ciudades, porque de ese modo favoreceremos el intercambio comercial y las comunicaciones entre ambas. Además, sería una manera de enriquecernos mutuamente.
Temor: Pues lo que yo propongo es que amurallemos nuestra ciudad y que aumentemos la vigilancia mediante cámaras en su perímetro. Tenemos muchas cosas que nos separan de nuestros vecinos. No me fío ni un pelo de ellos. Mejor nos irá si cada uno se queda en su sitio.
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Amor: Me gustaría que intentáramos limar nuestras diferencias y que nos viéramos pronto. Seguro que dialogando podríamos llegar a un acercamiento, y darnos cuenta de todo lo que tenemos en común.
Temor: Pues yo no quiero verte ni en pintura. Nunca olvidaré lo que me has hecho. Y no tengo nada más que hablar contigo. Se acabó.
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Amor: Aunque no estoy enamorado de ti, me encanta estar contigo, compartiendo el aquí y ahora, y disfrutando de esos muchos momentos especiales y agradables que compartimos.
Temor: Aunque tú me atraes físicamente y como persona, y me siento muy a gusto a tu lado, creo que es mejor que seamos sólo amigos. Siento que no eres el hombre de mi vida. Y si estoy contigo como pareja me alejo de la posibilidad de encontrarlo.
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Amor: No te preocupes. Ya verás como todo irá bien. Es sólo un barrio de gente obrera.
Temor: ¿Pero has visto las pintas que tienen esos? Seguro que si seguimos aquí terminan atracándonos.
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Amor: Qué bien, por fin llega el invierno, ¡y la nieve! Ahora podremos hacer un muñeco en el jardín.
Temor: Hace un frío de pánico. No salgas afuera, hijo mío, que podrías constiparte.
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Temor: Si le dices la verdad al pueblo te arriesgas a que los electores no te vuelvan a votar, y las elecciones son pasado mañana. ¡No cometas una locura!
Amor: Pese a todo, les diré la verdad. Me gusta dormir por las noches sin recurrir a las pastillas.
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Temor: Esta crisis va a terminar conmigo. Nos dirigimos hacia el desastre. No sé cómo vamos a salir de ésta. Toda la culpa la tiene este maldito gobierno.
Amor: Esta crisis es una oportunidad para cambiar y para mejorar nosotros y nuestra sociedad. Simplemente, estamos evolucionando hacia una época mejor, con mayor armonía y bienestar. Las crisis, mal que nos pese, son necesarias para transformarnos y reconvertirnos. Forman parte de la vida. Si no existieran, nos quedaríamos dormidos en los laureles y no cambiaríamos nunca. Lo que pasa es que, a veces, antes de llegar a la luz, hay que atravesar un túnel, que incluso puede ser largo. Pero seguro que saldremos de ésta. Ya verás.
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Amor: Te amo.
Temor: Pero… ¿y mañana? ¿Me amarás?
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