Portentosa clorofila

Charles Fritts construyó la primera célula solar fotovoltaica en 1883. La Naturaleza, sin embargo, ya lo había hecho 2.800 millones de años atrás, con los cloroplastos: las primeras células vegetales capaces de realizar la fotosíntesis. Un proceso consistente en convertir la materia inorgánica (los minerales presentes en el suelo) en materia orgánica (los minerales vivos que forman parte de la estructura tisular de las plantas) utilizando la energía de la luz del Sol. Algo de lo que, única y exclusivamente, son capaces las plantas.

Encontraremos abundante clorofila en acelgas, alfalfa, algas (la chlorella, sobre todo, y la espirulina), apio, berros, brócoli, canónigos, cereales germinados (especialmente espelta y cebada), col rizada, coles de Bruselas, espárragos verdes, espinacas, semillas germinadas, guisantes, judías verdes, todo tipo de lechugas, pepino, perejil... Y, por supuesto, la de mejor calidad es la que se consume mediante los vegetales crudos que podamos incluir en una ensalada.

Además, la clorofila es:

- alcalinizante,
- antibacteriana,
- anticarcinógena,
- antifúngica,
- antiinflamatoria,
- antimutagénica,
- antioxidante,
- antivírica,
- cardioprotectora,
- cicatrizante,
- depurativa,
- desinfectante,
- desintoxicante,
- desodorizante,
- digestiva,
- equilibradora del metabolismo,
- hipocolesterolemiante,
- hipotensora,
- inmunoestimulante,
- potenciadora del rendimiento muscular y nervioso,
- regeneradora,
- revitalizante,
- tonificante.

Por si esto fuera poco, contiene enzimas que ayudan a hacer la digestión, favorece la asimilación de nutrientes, fija en calcio en huesos y dientes y oxigena las células.

Personalmente, más que a un nivel bioquímico, me interesa la clorofila presente en muchos vegetales (particularmente, en los de hoja verde), no ya sólo por sus extraordinarias propiedades, sino por ser una sustancia que almacena energía solar. Y el Sol es vida. Esto implica que al comer vegetales con clorofila es como si, en cierto modo, estuviéramos tomando el Sol, con todo lo que eso supone. Por ejemplo, asimilar mejor la vitamina D, aumentar nuestras defensas (sin tener que recurrir a peligrosas vacunas) o subir nuestro ánimo si nos sentimos tristes o deprimidos (¿quién no se siente reconfortado cuando toma el Sol?).

Tal como he comentado, la forma más habitual de tomar la clorofila sería incluyendo vegetales de color verde (preferiblemente, crudos) en las ensaladas. Pero también existe otra muy eficaz: tomamos algunas hojas verdes (puede ser una mezcla de perejil, berros, canónigos y germinados de alfalfa; por ejemplo) en pequeña cantidad, las mezclamos con agua pura (no del grifo) en una batidora (a máxima velocidad) durante 20 ó 30 segundos, colamos el jugo resultante y lo bebemos muy despacio. Nota muy importante: es recomendable que las primeras veces que tomes este jugo no esté muy concentrado, ya que la clorofila es muy potente. Conviene empezar con una pequeña cantidad de hojas (que quepan en la palma de la mano) y una mayor cantidad de agua (medio vaso). Luego, progresivamente, se puede ir aumentando un poco la dosis, pero nunca tomar este jugo en altas concentraciones ni en grandes cantidades.

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