Pareja

La atracción, el deseo, la necesidad, las carencias afectivas o el interés pueden propiciar el acercamiento entre dos personas. Y cuando ese acercamiento tiene lugar la tendencia habitual es a compartir espacio y tiempo con una cierta asiduidad. A menudo, en exceso. Un fenómeno que, más tarde o más temprano, tiende a desgastar la relación.

Personalmente, soy partidario de que se cree un espacio entre ambas personas. Un espacio lo suficientemente amplio como para que pueda correr el aire fresco. Un espacio, o una distancia, que mantenga viva la llama del amor, o, al menos, del deseo.

Khalil Gibran, el notorio poeta libanés, lo expresó de un modo muy bello y elocuente en este fragmento (aquél con el que me identifico al cien por cien) de un capítulo de su libro El profeta. Un segmento en el que, precisamente, alude a las relaciones de pareja.


[...]
Pero dejad que los vientos del cielo libren sus danzas entre vosotros.
Amaos con devoción pero no hagáis del amor una atadura.
Haced del amor un mar móvil entre las orillas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas pero no bebáis de una misma copa.
Compartid vuestro pan pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están separadas aunque vibren con la misma música.
Dad vuestro corazón pero no para que vuestro compañero se adueñe de él.
Porque sólo la mano de la vida puede contener los corazones.
Y permaneced juntos... pero no demasiado juntos.
Porque los pilares sostienen el templo pero están separados.
Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.

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