"Casados"

Cada quince días acudo a un encuentro literario con otros/as escritores/as amateur. Nos reunimos en el entresuelo de una céntrica cafetería de Valencia y allí compartimos, leyéndolos en voz alta, nuestros textos.

Ayer tarde leí, entre otros, el que sigue. Y me gustó percibir que, al menos una mayoría de personas, de quienes concurrían al evento, se identificaron con estas palabras.

A mí, personalmente, no me parece una historia de ciencia-ficción. Se titula:


CASADOS


Padre: Me da la sensación de que Caterina y tú estáis atravesando por un momento de gran felicidad en vuestra vida. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos?
Hijo: Siete años.
P: ¿Y no habéis pensado en casaros? No deberías dejar escapar a una mujer como ella.
H: Verás, papá, yo pienso que sería absurdo que un astronauta estudiase la carrera de astronauta, o que una persona quisiera llamarse Juan llamándose Juan, o bien que alguien pretendiera que se hiciera de día si fuese ya de día. Es decir, que es absurdo desear algo que ya se tiene, que ya se es o que ya está sucediendo.
P: ¿Y qué quieres decir con eso?
H: Pues que Caterina y yo ya estamos casados, papá.
P: ¿Quieres decir que os habéis casado en secreto, sin decirnos nada?
H: (Sonriendo) No, hombre, no van por ahí los tiros.
P: Pues entonces, no lo entiendo.
H: Lo que trato de decirte es que Caterina y yo, literalmente, ya estamos casados. Es decir, que "casamos" perfectamente, que encajamos, que somos complementarios, como las ruedecillas de un reloj: perfectamente engranadas.
P: No sé si termino de comprenderte.
H: Caterina y yo nos miramos a los ojos y ya sabemos lo que el otro está pensando, lo que el otro siente. Incluso muchas veces nos comunicamos a través del silencio, con miradas o gestos. Y vivimos una clase de amor que se basa en el respeto, en la comprensión y en la libertad, de manera que ninguno pretende controlar ni retener al otro. Lo que compartimos, espacios y tiempos, lo hacemos desde la espontaneidad y no desde la necesidad ni desde la dependencia. Yo me siento pleno con o sin ella; y ella, igual. Simplemente, compartimos nuestra alegría y nuestra abundancia de cariño. Por todo ello, cuando estamos juntos, somos uno. Somos dos corazones que, sin buscarlo, laten acompasadamente. A eso lo denomino "estar casados". Y para experimentar la seguridad y la plenitud que nos proporciona ese estado, no necesitamos ningún documento, ni ninguna clase de compromiso ni ninguna demostración ante nadie.

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