Germinados de alfalfa para el cabello

Quienes me leéis desde hace tiempo ya conocéis mi alusión recurrente a la frase De lo que se come, se cría. La cual, no hace sino recoger la sabiduría ancestral y expresar una verdad como un templo que cualquiera podría comprobar con su experiencia.

En un artículo anterior ya hable de las múltiples y extraordinarias propiedades de la alfalfa, y en otro sobre la Teoría de las Signaturas (de teoría tiene poco, a decir verdad), que explica la correspondencia existente entre las características morfológicas de los alimentos y el modo en que éstos actúan sobre el organismo.

Pues bien, si alguien tiene problemas con su cabello (caída, debilidad, falta de cuerpo, desvitalización, etc.) le conviene fijarse en la gran analogía existente entre la apariencia de la alfalfa germinada y la del cabello humano. Según esto, podríamos afirmar que la alfalfa constituye un óptimo alimento para el cabello. Y, de hecho, así es. La experiencia lo corrobora.

A menudo se dice que para tener un pelo bonito hay que aportarle vitaminas, minerales, oligoelementos y aminoácidos (los constituyentes básicos de las proteínas), pero la industria cosmética pretende convencernos de que lo hagamos a través de productos de belleza (champús, mascarillas, lociones, etc.) cuya fórmula es básicamente sintética. Ya sabéis: a la hora de vender todo vale.

Lo fundamental es nutrir el cabello desde dentro, con nutrientes afines al organismo humano, y, a ser posible, de óptima calidad. Por descontado, los alimentos crudos y pertencientes al reino vegetal tienen todas las de ganar frente a otros alimentos procesados o elaborados. Porque si lo que pretendemos es darle vida a nuestro cabello tenemos que darle de comer alimentos vivos, obviamente (una vez más: De lo que se come, se cría).

La alfalfa germinada pasa por ser uno de los mejores alimentos que puede ingerir un ser humano. De hecho, es tan completa y tan poderosa que podríamos sobrevivir comiéndola sin que en nuestra dieta hubiera otra cosa.

No sólo es rica en vitaminas (más vitamina C que cualquier cítrico) y minerales (mucho más calcio y de mejor calidad que la leche), como el hierro, sino que contiene todos los aminoácidos que necesita un niño y un adulto; todos. Y si, además, la alfalfa que toméis contiene clorofila (lo sabréis al ver sus hojitas verdes; insisto: verdes y no amarillas), pues entonces ya será el no va más, puesto que la clorofila, a su vez, guarda una enorme afinidad con la sangre, y ayuda a limpiarla, a oxigenerla y a regenerarla.

Pero lo más importante de todo: cada vez que comaís alfalfa estás comiendo una estructura orgánica semejante a vuestro cabello: con su raíz, su tallo y sus puntas (hojuelas). Estáis comiendo un alimento poderoso que os ayudará a alcalinizar vuestra sangre (en una persona a la que se le cae el cabello siempre encontraremos una sangre ácida).

La idea, para que cumpla su función regeneradora capilar, es comerla a diario. Jamás debe cocinarse (perdería todas sus propiedades).

Bastará un generoso puñado añadido a vuestras ensaladas, a vuestros zumos de licuadora o de relleno en un sándwich.

Ya me contaréis...

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