"Codex Alimentarius": una infamia aún mayor que la de la Gripe A.

Vivimos en un mundo gobernado por psicópatas muy peligrosos (eso sí, vestidos y perfumados elegantemente) que hacen las veces de marionetas de grandes corporaciones multinacionales, las cuales son las que verdaderamente detentan el poder en el planeta.

Las poderosas familias que regentan dichas empresas no son precisamente filántropas, ni hermanas de la caridad. Ni siquiera saben lo que es la compasión. Menos aún, la decencia. Porque en su degeneración moral nos venden la idea de que desean lo mejor para nosotros, que trabajan para nuestro bienestar, que se ocupan de los más débiles y desfavorecidos, pero lo único que les importa es el beneficio económico que les reporta el que nosotros, los consumidores, adquiramos sus productos y servicios.

Para asegurarse esas ganancias, y merced a un poder que no conoce fronteras, no dudan en vertebrar sus tentáculos, a través de sus empresas y filiales, obviamente, pero también a través de organismos internacionales (como la ONU, la OMS o la FAO). Un hecho que quedó sobradamente demostrado en el abochornante escándalo de la Gripe A, en el que distintas multinacionales farmacéuticas (con una maltrecha economía por la crisis internacional) se aliaron con las máximas autoridades sanitarias del planeta (la OMS), con ciertas corporaciones médicas y con gobiernos serviles y sin el menor atisbo de dignidad. La excusa era protegernos de un virus común, corriente y poco agresivo (ellos predijeron, por contra, que podría diezmar a la población mundial). La verdad era otra muy diferente: ganar dinero y quitar de en medio seres humanos (otras renombradas autoridades médicas y algunos gobiernos reconocieron la peligrosidad para la salud de las referidas vacunas). Porque muchos de los dueños de esas multinacionales, y quienes les secundan, consideran que el mundo se enfrenta a un gravísimo problema: la superpoblación. O sea, que en el mundo sobra gente. Y los que sobran son, por supuesto, pobres, anarquistas, homosexuales, y, en general, cualquiera que no esté dispuesto a seguir fielmente los dictados de esta grotesca oligarquía.

Algunos datos:

- Entre 1950 el número de cánceres ha aumentado un 300%.
- Entre 1950 y 2008, la mayoría de nuestros alimentos (frutas, verduras, etc.) ha perdido cerca del 150% de sus nutrientes (minerales, vitaminas).
- Entre 1950 y 2008 más de 500 productos químicos han sido autorizados en la alimentación, la agricultura, los productos de limpieza, etc.
- Según el INRA, en 1995-1996 casi la totalidad de las aguas de lluvia analizadas contenían moléculas químicas activas. El 60% de ellas sobrepasaban el 0,1 microgramo por litro o dicho de otra manera la Concentración Máxima Admisible (CMA) para el agua potable distribuida por los grifos (datos que pueden extrapolarse a España).
- La calidad del semen de los jóvenes españoles es cada vez peor (así lo aseguran expertos del Instituto Bernabeu de Alicante. La institución médica ha indicado que en 2004 la tasa de aceptados era del 20%, el año pasado ya se situaba en el 13% y en 2010 ha llegado a un 12% del total de candidatos).

Curioso, ¿no? Porque se supone que vivimos en un mundo donde cada vez hay mejores alimentos, más avances médicos, mejor tecnología, más instituciones, organismos y recursos dedicados a la salud. Y, sin embargo los datos son apabullantes... y elocuentes.

¿Es una pura casualidad? Claro que no. Las casualidades no existen.

Por cierto, ¿alguno de vosotros había oído hablar del Codex Alimentarius hace dos o tres años? ¿Ha salido, tan siquiera, alguna referencia al mismo en algún telediario de medianoche? ¿Habéis leído algo en prensa? ¿Os han explicado lo que es en algún programa de radio?

¿Cómo puede ser que el Codex Alimentarius sea una directiva de alcance internacional, apoyada por la OMS y la FAO, que supuestamente pretenda proteger al consumidor y que prácticamente no haya tenido eco en los medios de comunicación? Pues muy simple, porque si se explicara lo que es, y lo que implica, en telediarios de máxima audiencia es muy posible que la gente en masa saliera a la calle para defender sus derechos más elementales.

El Codex Alimentarius no es sino un intento (ojalá que fallido) de globalizar la alimentación mundial y someterla al imperialismo tiránico de unas pocas multinacionales (como Monsanto). Sin embargo, en su afán de ser implementado, le estorban algunos modos ancestrales de cultivar los alimentos (como el biodinámico) y el libre albedrío de las personas para elegir curarse con, por ejemplo, plantas medicinales. Así pues, estos elementos subversivos deben ser eliminados para que no constituyan una amenaza. Y claro, hay que hacerlo con leyes poderosas que emanen de organismos como la ONU, la OMS o la FAO.

Esta señora os lo explicará brevemente:



Por eso ahora más que nunca se hace necesario reivindicar la alimentación y la medicina naturales. Y, por supuesto, la mejor reivindicación es el uso cotidiano de ambas.

Comentarios