La buena educación

Estoy seguro de que cualquiera de nosotros agradece tener delante de sí una persona que, ya sea en lo personal o en lo profesional, te trate con educación.

Quizá porque no es lo más habitual, una persona muy bien educada suele llamar la atención. Y, las más de las veces, incluso disfruta de un trato de favor por parte de los demás. A fin de cuentas, ¿por qué no ibas a tratar amablemente a alguien que te trata de forma educada? Lo lógico es que uno trate educadamente, sobre todo y especialmente, a quien te trata de forma respetuosa y delicada.

Conste que cuando yo digo lo de persona bien educada estoy utilizando una expresión cuyo sentido cualquiera puede captar enseguida. No es que esté pensando en un aristócrata (algunos son muy rudos, por cierto), ni en alguien que se haya educado en un colegio suizo. No, no van por ahí los tiros. Para mí una persona bien educada es, en esencia, una persona respetuosa, atenta y amable. No se trata de que no se enfade nunca, ni de que no diga tacos. Tampoco tiene por qué saber, en una cena de etiqueta, el lugar que ocupa el tenedor para el pescado. Porque ser una persona bien educada es, más allá de las formas, una actitud; una actitud de consideración hacia los demás.

El que hoy en día la mala educación sea la moneda de cambio más habitual no se debe a que la gente (sobre todo, la de menor edad) haya recibido una mala educación. Se debe a que los niños y los adolescentes no reciben ninguna educación (conocimientos no es educación). Por eso, el verdadero adjetivo que los define no es maleducados sino ineducados. Y claro está: no le puedes pedir peras al olmo.

Si los padres no se toman tiempo suficiente para educar a sus hijos, o si, peor todavía: si los padres no están bien educados, ¿cómo van a educar bien a sus hijos? Si a un crío le das cosas materiales cada vez que las pide y le regañas bruscamente cuando estás harto y ya no puedes más, ¿cómo puedes pretender que te trate a ti de forma amable y considerada? ¿No es un poco absurdo?

Muchos niños y adolescentes se comportan maleducadamente porque es lo que les ha enseñado la sociedad con el ejemplo: sus propios padres, los adultos que les rodean, la tele, los videojuegos, sus ídolos... Son sus referentes cotidianos los que alimentan en muchos de ellos (no en todos, afortunadamente) esas conductas groseras. De hecho, si observamos a niños maleducados siempre comprobaremos que detrás de ellos hay padres también maleducados o bien débiles de carácter (que no han sabido ser asertivos con sus hijos). Y, contrariamente: detrás de unos niños bien educados (educados no significa cursis ni reprimidos), la mayoría de las veces, encontraremos a unos padres bien educados y asertivos. Raramente falla.

En lo que a mí respecta, perdí a mis padres con once años, y me crié con mis tíos, que siempre me dieron demasiada libertad (dicho sea en honor a la verdad). Por eso no podría deciros, honesta y sinceramente, que yo haya sido el adolescente mejor educado del mundo; ni mucho menos. En mi caso, la buena educación, la que modestamente pueda poseer actualmente, la he adquirido con los años y después de haber metido la pata muchas veces en mi vida.

Lo cierto es que hay algo de lo que no tengo ninguna duda. Algo que he concluido por propia experiencia: que la buena educación te abre muchas puertas y te allana el terreno en muchas situaciones difíciles. Además, te permite granjearte la simpatía de gente que, a lo mejor, ni siquiera comparte tus opiniones, pero que por lo menos te respeta porque actúas educadamente. Lo cual no es poca cosa.

Así pues, doy fe de haber vivido experiencias muy gratas en mi vida que, de no haber sido por la buena educación, con toda probabilidad, se me habrían antojado de lo más ingratas. Eso sin olvidar que la gente tiende a pagarte con la misma moneda con la que tú le pagas.

Con lo cual, si eres educado...

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