Me importa un rábano

A la hora de preparar una ensalada existen algunos vegetales que son los reyes absolutos, como la lechuga, el tomate o la cebolla (para quien no le repita), y otros que acostumbran a dejarse en un segundo plano; cuando no, a ignorarse, tal es el caso del hinojo, del apio o de los rábanos.

Por supuesto, todas estas verduras poseen sus propias características y propiedades, por lo que el incluirlas en nuestras ensaladas contribuirá a enriquecerlas y a generar una mayor y más amplia diversidad de nutrientes, con todo lo que eso supone. Además, crear diversidad en nuestra forma de alimentarse implicará generar diversidad en nuestra vida, habida cuenta de que lo que comemos simboliza y se corresponde con lo que vivimos.

Un rábano no es como una zanahoria, que puede comerse a bocados agradablemente, ya que resulta bastante menos dulce y sabroso que aquélla, además de ligeramente picante. Lo ideal sería cortarlo en rodajas muy finas con un cuchillo bien afilado (así resulta muy atractivo a la vista) o rallarlo y luego añadirlo crudo a la ensalada.

Sus hojas, bien lavadas, y trinchadas, pueden comerse también crudas en la ensalada; o bien cocinadas junto con verduras (en un hervido, por ejemplo). Incluso la pequeña raíz del rábano (el propio rábano es una raíz) puede dejarse y comerse con el resto. De hecho, esta sería la forma más integral de comer un alimento, ya que de esa manera lo comemos todo: raíz, tallo y hojas.

Y fijaos en las analogías:

- la pequeña raicilla (parte inferior de la planta) nos ayudará a mantener limpios los intestinos (parte inferior de nuestro cuerpo),
- la parte carnosa (parte media) nos ayudará a equilibrar nuestro estómago (parte media de nuestro cuerpo),
- las hojas (parte superior) contribuirán a depurar especialmente nuestras vías respiratorias (parte superior de nuestro cuerpo).

Curioso, ¿no?

También podéis añadirlo a vuestros zumos de licuadora (apio, zanahoria y manzana; por ejemplo). Eso sí, en cantidad moderada para no saturarlos con su sabor intenso.

Efectivamente, las propiedades más destacadas del rábano rosa (el mas consumido) son las digestivas y las pulmonares, ya que ayuda a hacer bien las digestiones, a corregir ciertos problemas estomacales y a limpiar de mucosidad las vías respiratorias (es expectorante). Pero el rábano también:

- despierta el apetito,
- aporta gran cantidad de vitamina C,
- es un excelente antiséptico (contra las infecciones),
- estimula el hígado (colagogo)
- y los riñones (diurético),
- es remineralizante,
- combate eficazmente las fermentaciones intestinales,
- ayuda a mejorar la anemia,
- buen depurativo de la sangre,
- saciante (si alguien desea perder peso),
- alivia los picores de los insectos (aplicándolo directamente -en rodajas o rallado- sobre la zona afectada),
- antipirético (ayuda a bajar la fiebre),
- ayuda a combatir el mal aliento (halitosis),
- mejora la circulación sanguínea,
- es laxante,
- ayuda en los problemas de garganta,
- es purgante.

Así pues, con toda esta retahíla de beneficios y propiedades, ¿quién se atreve a decir que esta maravillosa raíz le importa menos que un rábano?

A mí, desde luego, me importa; y mucho.

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