Utopía tiene nombre: Noruega.

En los años sesenta Noruega era un país pobre y de pescadores, pero al poco tiempo se descubrió petróleo y el panorama cambió radicalmente (por cierto, toda la electricidad en Noruega proviene de fuentes hidroeléctricas).

Políticos corruptos, mujeres que son despedidas del trabajo por quedarse embarazadas, personas ancianas con pensiones que apenas les dan para comer, asalariados que cobran poco y que trabajan más de diez horas, adolescentes forzados a estudiar en barracones, largas listas de espera en los hospitales... ¿Os resulta familiar todo esto? ¿Os parece cercano?

¿Sois capaces de imaginar ahora un país donde todo esto fuera al contrario? ¿Un estado y un gobierno que cuida generosamente y protege a todos sus ciudadanos, incluyendo a los más desfavorecidos?

No, no es una utopía. Ese país tiene nombre: Noruega.

Os dejo con el testimonio de primera mano de una española residente en Oslo. Y creedme: sin ninguna intención de haceros los dientes largos.

Mi único deseo es que España se parezca cada vez más a Noruega. Y no estoy pensando precisamente en el clima.


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