"Casi el 40% de los españoles tiene problemas de digestión crónicos".

Lo leo en una noticia del periódico 20 minutos (por cierto, las recomendaciones dietéticas que dan al final del artículo parece que hayan sido sacadas de mis cursos, literalmente). Y la verdad es que no me sorprende. Sobre todo, si tenemos en cuenta lo siguiente:
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- que lo que comemos simboliza lo que vivimos,
- que el modo en que digerimos la comida se corresponde, milimétricamente, con el modo en que digerimos las distintas situaciones por las que atravesamos en nuestra vida.

Sí, estimados/as lectores/as: lo más importante para hacer saludablemente las digestiones es aprender a digerir armoniosamente (evitando los conflictos y las actitudes negativas) los momentos que vivimos a cada instante. Lo cual es más importante, si cabe, que comer con equilibrio. A fin de cuentas, la mente y las emociones supeditan cuanto acontece en el cuerpo.

Por eso:

- Se nos atragantan ciertos alimentos cuando se nos atraganta algo (que vivimos) o alguien.
- Vomitamos cuando vivimos momentos que en modo alguno podemos digerir.
- Experimentamos acidez o gastritis después de ciertas situaciones que nos corroen.
- Experimentamos ardor de estómago después de ciertas situaciones que nos queman.
- Deja de funcionarnos correctamente el hígado cuando la ira no expresada lo congestiona.
- El páncreas se vuelve vago cuando no gestionamos correctamente la dulzura (sobre todo, la expresada hacia nosotros mismos en forma de autoestima).
- Una digestión se vuelve lenta cuando una vivencia cuesta de digerir.
- Nos duele el estómago cuando vivimos algo que nos duele.
- Ciertos alimentos nos repiten cuando ciertas situaciones de la vida (no precisamente agradables) se nos repiten.
- Tenemos problemas de asimilación intestinal cuando nos cuesta asimilar determinadas situaciones.
- Sufrimos de estreñimiento cuando nos cuesta deshacernos de nuestra porquería (aquello que sobra en nuestra vida y que nos perjudica), cuando nos cuesta soltar (fluir).
- Sufrimos de diarrea cuando la vida nos obliga (porque no lo hacemos nosotros de motu proprio) a deshacernos de nuestra basura (actitudes o formas de pensar que son intrínsecamente contraproducentes).

Y así, del mismo modo, con cada una de las patologías y afecciones asociadas al aparato digestivo.

Aunque ya sabéis que también hay personas a las que todo les sienta bien.

Ésas no suelen tener problemas digestivos.

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