Superalimentos

A través de millones de años, la progresiva mudanza del tiempo ha ido dándole forma a la pluralidad de seres vivos, algunos de los cuales nos sirven de alimento. Y es al ahondar en la delicada estructura de estos organismos cuando apenas somos capaces de atisbar la extraordinaria complejidad y diversidad de las moléculas que los conforman. Todas ellas integrando y engranando un todo compacto que es sinónimo de equilibrio, y, en última instancia, de salubridad.

De ninguna de las maneras podemos comparar la tosca y rudimentaria ciencia que da lugar a los productos de laboratorio con la portentosa arquitectura molecular que encarna el gran laboratorio de la Madre Naturaleza. Sería tan improcedente como comparar un ordenador (incluso el más avanzado que exista) con un cerebro humano.

La Naturaleza crea alimentos vivos que, a su vez, se componen de sustancias con unas características inimitables por el ser humano, y, además, en una proporción perfecta. Así pues, cuando ingerimos esos alimentos de una forma y en una cantidad apropiada son capaces de proporcionar a nuestras células (las que verdaderamente se nutren) todos los nutrientes necesarios para su armonía.

Hace veintitrés siglos el padre de la medicina en Occidente, el médico griego Hipócrates, sintetizó este planteamiento en una máxima tan elocuente como acertada: Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento.

En verdad os digo que desconfío a ultranza de los complejos vitamínicos y minerales de los laboratorios humanos, y no sólo de los que se venden en las farmacias sino también de los que se dispensan en herboristerías. Y desconfío por dos motivos: porque, insisto, esos laboratorios no pueden emular, ni de lejos, la sabia e inocua ciencia de la Naturaleza; y segundo, porque las empresas que los fabrican buscan, en mayor o menor grado, hacer negocio.

La Naturaleza es una expresión magistral de algo supremo e intrínsecamente amoroso, de algo sincero y auténtico, y no persigue otro interés que brindarnos, a nosotros, sus hijos, lo mejor de sí misma. A fin de cuentas, nosotros mismos, como el resto de seres que habitan el planeta, somos una expresión de ella.

Nuestro organismo necesita un alimento que sea afín a su anatomía y fisiología, y no hay nada más afín a él que los alimentos naturales (y, en particular, los ecológicos). Es en ellos donde, de manera exclusiva, encontraremos los nutrientes que necesita nuestro cuerpo, y sin correr riesgos ni peligros. Porque la Naturaleza jamás traiciona a quien se acerca a ella con humildad y respeto. La Naturaleza no engaña, no estafa ni se prostituye.

Dentro de la enorme gama de alimentos que nos brinda, podemos destacar unos cuantos que, con todas las de la ley, podríamos denominar complejos vitamínicos y minerales naturales, o bien superalimentos.

Todos y cada uno de los que menciono a continuación son particularmente ricos en vitaminas, minerales, oligolelementos, enzimas y aminoácidos (todos los que necesita un ser humano). Y ninguno de ellos debe tomarse en grandes cantidades (fundamentalmente, porque son muy concentrados).

- El polen. A razón de una cucharadita, como mucho, al día (se deshace en la boca, o se toma con pan tostado o con manzana, por ejemplo).
- La alfalfa germinada. Un puñadito en la ensalada.
- La remolacha. Debe ser cruda, no embolsada (ésas están cocidas y han perdido gran parte de sus nutrientes). Se puede rallar (menos cantidad que la zanahoria) y añadir a una ensalada. Es superrica en hierro.
- La almendra. El único fruto seco que alcaliniza la sangre; a condición, eso sí, de que se tome cruda. No más de 12-14 unidades al día. Combina muy bien con la manzana, y enriquecerá una ensalada si ésta es plato único.
- El aguacate. La mejor grasa que conozco. Se digiere muy fácilmente y no entorpece la circulación (tal como hacen otras grasas más densas). Muy rico en aminoácidos. Aplastado con un tenedor, con un poco de aceite y sal, se unta después sobre una rebanada de pan. Delicioso.
- La espelta, el kamut, el amaranto y la quinoa. La NASA los está investigando como alimento de soporte vital para las futuras colonias en el espacio y en otros planetas.
- El amor. Con diferencia, el más nutritivo de los alimentos que conozco, y capaz de cubrir todas las necesidades de un ser humano. Es siempre de temporada, no se pudre ni se enrancia, combina bien con cualquier otro alimento y no perjudica jamás, ni siquiera a grandes dosis.

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