Diálogo interno entre la mente y el corazón

Personalmente, entiendo que el límite a la hora de relacionarnos con los demás, y en particular a la hora de relacionarnos con una pareja, es oportuno que venga dado por una sola premisa: el respeto hacia uno mismo y hacia el otro. Por lo demás, no concibo más límites.

Sin embargo, nuestra mente puede jugarnos malas pasadas, y llegar a condicionar y limitar tremendamente nuestras vidas, lo que a la postre se traducirá en ansiedad, frustración, y, en muchos casos, enfermedad.

El corazón ama y no piensa. No calcula. No prevé. No controla. El corazón no conoce el miedo. Simplemente, ama, va hacia delante, hacia arriba, siempre arriesgándose (pero sin sentir que se arriesga), siempre buscando traspasar fronteras, derribar muros, expandirse, crecer, proyectarse. Y se siente pleno desde ese amor que da. No necesita nada más.

Pero la mente calcula, prevé, controla, etiqueta, racionaliza, determina, divide, compartimenta, enjuicia, y, por encima de todo, teme.

Nuestras relaciones interpersonales a menudo están bajo el yugo de la mente y con el corazón bajo estricta vigilancia. Porque muchos, con la mejor de sus intenciones, pretenden mantener a salvo el corazón, para que no sufra, para que nadie lo hiera. Pero el corazón, en realidad, no puede ser herido, ni puede ser destrozado. Jamás. Sólo la mente, y sus tres grandes vasallos: el ego, el orgullo y la ignorancia, pueden ser heridos; incluso de muerte.

Desde luego, si lo que pretendemos es disfrutar de mejores relaciones con los demás, podría beneficiarnos el detenernos un momento a reflexionar: 

El dejarnos condicionar tanto por la mente, ¿nos conduce a tener relaciones plenas con los demás? ¿Nos hace verdaderamente felices? Y por otro lado, ¿qué pasa cuando desoímos la voz de nuestro corazón? ¿Estamos a gusto a continuación? ¿Nos sentimos en paz con nosotros mismos?

El texto que he escrito y con el que os dejo seguidamente aspira a recrear ese conflicto recurrente en el individuo que surge del diálogo interno entre la mente y el corazón.

Mente: Esa chica no me conviene, es muy conflictiva y no tengo nada claro que esté por mi.
Corazón: Me encanta estar con ella. Siento el impulso de abrazarla y de darle todo mi cariño. No me importa lo demás.

Mente: Pablo lleva un mes sin llamarme. Me parece que es de tener muy poca vergüenza. Esto ni es un amigo ni es nada.
Corazón: Me apetece un montón llamar a Pablo y voy a hacerlo.

Mente: Me da mucho miedo hablar en público. Me encantaría poder leer delante de los demás esos textos que escribo, pero me horroriza la idea de trabarme o de hacer el ridículo.
Corazón: Hoy, definitivamente, es el día en que voy a superar mi timidez.

Mente: Te doy estos consejos porque soy tu padre, porque te quiero mucho y porque no quiero que te equivoques ni que sufras.
Corazón: Haz lo que sientas, hijo mío. Y si equivocas, no pasa nada. Seguro que tendrás una nueva oportunidad para hacer las cosas de otro modo.

Mente: Necesito saber si somos novios, amigos, amigos con derecho a roce, amantes... No puedo seguir así más tiempo. Me voy a volver loca.
Corazón: Somos dos personas que nos amamos, que compartimos muchas cosas y que nos sentimos a gusto estando juntos. Con saber eso me basta.

Mente: Él es del PP y yo del PSOE, y ahora que lo sé creo que no nos vamos a llevar nada bien. Tenemos valores muy diferentes, y nos separa un gran abismo.
Corazón: Le aprecio y me gusta compartir el escenario político con él. Seguro que ambos tenemos cosas que nos unen y podemos encontrarlas para servir juntos a los ciudadanos.

Mente: Volar en una máquina... Si lo pienso, es un suicidio. Nunca antes se ha conseguido algo así. Podría morir en el intento. Es demasiado peligroso.
Corazón: Volaré.

Comentarios