Pedir disculpas

Desde cierto punto de vista, todo es perfecto. Y desde cierto punto de vista, también, es perfecto todo lo que hacemos. Sí... puede ser; tal vez. Y quizá desde ese punto de vista una palabra como equivocación no tenga razón de ser. Sin embargo, en la interacción con otras personas, es fácil que en determinados momentos los seres humanos podamos hacer o decir cosas que hagan daño a alguien. Y creo, modestamente, que ese no sería el mejor momento para decirle a un semejante algo del tipo Como todo lo que hacemos es perfecto y no existen las equivocaciones, no hace falta que me disculpe. Sinceramente, creo que a pocas personas les gustaría una contestación así.

Dejando atrás lo muy etéreo para ir un poco más a lo terrenal, yo sí que creo en el concepto de equivocación. En lo que no creo es en el concepto de culpa. Ése sí que es dañino a más no poder. Mejor, pienso yo, sustituirlo por el de responsabilidad.

Para mí equivocación implica tomar conciencia de que existe un camino mejor, más armónico, y más amable para con los demás, a la hora de hacer o de decir algo. Implica, como digo, tomar conciencia de ello, y, por supuesto, actuar en consecuencia.

Es decir, que si yo me doy cuenta de que he hecho o he dicho algo que ha dañado, perjudicado o perturbado la armonía de alguien, ¿qué me cuesta reconocerlo y a continuación pedir disculpas? Nadie se muere por ello, os lo aseguro. Pero el orgullo... el orgullo sí que mata.

No es que yo necesite y reclame el perdón de la otra persona al disculparme; no, no se trata de eso. Simplemente, reconozco ante ella que mi gesto no ha sido el más adecuado, y le hago partícipe de mi sentimiento de conmiseración, del que conlleva ponerme en su piel. Si le digo Lo siento, y lo digo de corazón, le estoy dando a entender que soy capaz de sentir algo por esa persona, y que lamento que sufra por algo en lo que yo estoy involucrado, o por una acción en la que yo he sido sujeto activo. Esto, en mi opinión, y dicho sea de paso, no está reñido con la idea de que el sufrimiento tiene más que ver con el modo en que interpretamos la realidad que con lo que los demás nos hacen. Ahora bien, lo que me parecería descabellado, e incluso de mal gusto, es que yo le hiciera una trastada a alguien y luego le dijera algo como Si sufres es porque quieres, por tu forma de interpretar la realidad.

A mí me parece que la bondad y la solvencia de un método puede ser evaluada, de una forma fidedigna, por los resultados que dicho método produce, y a tenor de esto puedo decir que cuando yo he metido la pata, o como consecuencia de mis actos alguien ha sufrido, y he pedido disculpas, a la otra persona siempre le ha venido bien ese gesto, incluso muchas veces me lo han agradecido vivamente. Asimismo, he podido constatar que la otra persona se siente mucho más aliviada, y gratificada, si me disculpo que si no lo hago.

En realidad, muchos disgustos entre personas sobrevienen cuando la que ha metido la pata no es capaz de disculparse. Entonces es fácil que la otra parte se sienta resentida y busque, de un modo u otro (a menudo, de forma abrupta), que el primero reconozca su responsabilidad, o, por lo menos, que dé alguna explicación. Pero cuando alguien es capaz de disculparse, ¿qué cabe reprocharle? Desde luego, no que no se haya disculpado. De todo menos eso.

Creo que a la mayoría de personas lo que nos indigna es la falta de consideración, o sea, que no nos consideren, que no nos tengan en cuenta, que los demás actúen como si no existiéramos... pensando únicamente en sí mismos. Como los bancos, muchas multinacionales o ciertos gobiernos, por poner unos pocos ejemplos.

No sé... imaginemos, puestos a imaginar, que yo soy el Rey de España y que me voy a cazar elefantes (a más de 40 mil euros la pieza) cuando en mi país hay más de cinco millones de parados. Hombre... pues... en fin... como que todo es perfecto... sí... ya... claro... desde cierto punto de vista. Pero también es un desatino, y un insulto a todas esas familias que no tienen ni para comer.

Entonces... siguiendo con la imaginación... si el tema sale a la luz y se vuelve vox populi porque resulta que me rompo la cadera... pues tengo dos opciones: disculparme o no disculparme.

Por supuesto, el que me disculpe no va a resucitar a los elefantes, ni va a borrar de la mente de mis compatriotas los desafortunados hechos acaecidos, claro que no, pero por lo menos nadie podrá decir de mí que no me he disculpado... realmente.

A todas luces, si la persona que se disculpa no lo hace de corazón (cada uno sabrá mejor que nadie si es así o no), por lo menos podremos decir que el que se haya disculpado es un acto inteligente, pues, seguramente ese gesto le ahorrará unos cuantos quebraderos de cabeza.

Vamos, seguro.

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