Crisis, colapso y revolución.

Si un edificio se ve dañado por un terremoto pero puede restaurarse se dice que ha sufrido daños estructurales reversibles. Sin embargo, si el seísmo es lo suficientemente intenso y afecta gravemente a los cimientos, el edificio terminará colapsando y se derrumbará. En consecuencia, habrá que reconstruirlo partiendo de cero.

Es, lo que a mi juicio, está sucediendo en el momento presente: podemos llamarlo crisis, pero en el fondo, a poco que uno se fije bien, observará que se trata de un colapso. Un colapso de nuestra sociedad, de nuestro estilo de vida, y, por encima de todo, del sistema capitalista.

En éste, lo que prima, lo que se antepone a todo lo demás, es el capital; esto es, el dinero. Sí, conseguir dinero a costa de lo que sea. Incluso a fuerza de esquilmar los recursos naturales o de sacrificar algunos de los derechos más fundamentales de las personas, como el derecho a la salud.

Era una cuestión de tiempo que esto se desmoronase, porque una de las premisas del capitalismo consiste en la asunción de que los recursos naturales son infinitos (por lo visto, esto no lo explican en Harvard ni en Georgetown). Pero el petróleo no es infinito, ni lo son los atunes que se pescan masivamente en los océanos, ni los árboles que se talan en el Amazonas para hacer pasta de papel... Por todo ello, el capitalista es un sistema insostenible a largo plazo. Con todo lo que eso conlleva de ruina y de miseria para La Humanidad.

Es exactamente lo mismo que le sucede a un organismo cuando se ve invadido por un cáncer: al principio son sólo unas pocas células, pero son malignas, destructivas, y poco a poco se van sumando más y más a la perversa causa. Células que avanzan de forma imparable hasta, literalmente, agotar los recursos y la energía de ese cuerpo del que forman parte. Pero lo que no saben esas células, porque están inmersas en su propio delirio, porque no es la sabiduría ni el amor lo que las impele, es que algún día el agotamiento de los recursos y la energía del organismo que las acoge supondrá su propio final, su propia muerte. Por eso, dichas células se muestran con una tendencia claramente suicida desde el mismo momento en que se vuelven cancerígenas.

¿Y quién puede decir que la especie humana no se comporta como un cáncer? ¿Acaso el ser humano no arrasa por donde transita? ¿Acaso no somos capaces de asesinar a nuestro propio hermano por ambición, poder o dinero? Y si asesinar es ir demasiado lejos, podríamos decir llevarlo a juicio o negarle la palabra.

En el sistema capitalista, lo sabemos todos de sobra, priman los intereses particulares sobre los colectivos. Un planteamiento que, más tarde o más temprano, comienza a torcerse, a salir mal. Por eso, todas las recomendaciones macroeconómicas que se aplican actualmente por los gobiernos están deviniendo un estrepitoso fracaso: ¡porque no van a la raíz del problema! Es decir, son parches que se siguen sustentando en los principios dañinos del sistema capitalista. ¡Cómo no van a fracasar!

De este análisis se desprende la idea de que el sistema capitalista no se presta para ser restaurado o rehabilitado. El sistema capitalista debe ser demolido hasta sus cimientos (codicia, ambición, enriquecimiento a costa del empobrecimiento, deterioro y esquilmo medioambiental...) para construir sobre sus ruinas un sistema completamente nuevo basado, no en el interés individual, sino en el bien común. Repito: el bien común.

No se trata de que tengamos que volver a la época de las cavernas, ni de que haya que suprimir la propiedad privada. No se trata de renunciar a la tecnología ni al avance científico. Se trata, en realidad, de hacer lo que nos apetezca hacer pero desde el respeto, teniendo en cuenta a los demás antes de hacerlo. Tener en cuenta a nuestros semejantes, a los seres vivos, a la Naturaleza, al planeta en que vivimos...

Es cuestión de demoler los viejos y enranciados paradigmas de nuestra sociedad para reinstaurar en ella otros completamente nuevos y saludables. Cambiar el Tú pierdes para que yo gane por Tú y yo ganamos juntos. O algo como Esa empresa es la competencia y tenemos que ser mejores que ella por ¿Por qué no unimos nuestras fuerzas y cooperamos?

Por fortuna, cada vez son más las personas conscientes y comprometidas con un cambio profundo en el sistema. Cada vez son más las iniciativas que se están poniendo en marcha para materializar una sociedad mucho más libre, fraternal y justa. Cada vez son más las oportunidades que van surgiendo, y que nos brinda la vida a cada instante, para crecer y evolucionar de un modo radicalmente distinto a como lo hemos hecho hasta ahora.

Los seres humanos somos protagonistas de excepción de la historia, porque hoy mismo, ahora, y aquí, estamos asistiendo a una R-EVOLUCIÓN con mayúsculas. Una revolución en la que cada uno de nosotros juega un papel primordial. El que cada uno elige interpretar. Y si bien es cierto que atravesamos por momentos difíciles, e incluso amargos o desesperantes para muchos, todo este sufrimiento pasará.

Personalmente, tengo la certeza de que lo que nos espera de aquí a unos años es algo absolutamente maravilloso: una gran felicidad que vamos a poder compartir todos juntos, como hermanos.

Claro que... algunos partos son especialmente dolorosos.

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