Los 5 remordimientos más habituales antes de morir

En esta ocasión, voy a escribir a propósito de un estudio que yo no he llevado a cabo. Sin embargo, me ha parecido tan interesante y revelador que me he animado a compartirlo con vosotros/as aquí, en Saliment.

Una tal Bronnie Ware ejerce como enfermera de cuidados paliativos en un hospital de Australia. Tiene largos años de experiencia en atender a pacientes que se encuentran en el trance de dejar esta vida, por eso decidió escribir un libro sobre esas confesiones que le hacían sus pacientes justo antes de fallecer.

A continuación, voy a compartir con vosotros/as mis observaciones personales en relación con esos 5 remordimientos.

1) Ojalá hubiese tenido el coraje de vivir la vida que yo quería y no la que los demás esperaban de mí.

Efectivamente, es una de las grandes fuentes de infelicidad en el ser humano: el no ser uno mismo y el no hacer lo que uno verdaderamente desea hacer. Y, por descontado, es el miedo el que lo impide. El miedo al qué dirán, a quedar mal, a dejarse a personas en el camino, el miedo a perder lo que uno tiene. A este respecto, yo tengo una consigna: prefiero hacer algo y pedir perdón si meto la pata que no hacerlo y quedarme con las ganas. Porque la frustración que produce el ...y si yo hubiera... es como un veneno en la sangre, y algo que acostumbra a producir sentimientos de culpa muy tenaces.

2) Ojalá no hubiese trabajado tanto.

Incluso en estos tiempos que vivimos, donde muchas personas no tienen trabajo, irse al polo opuesto, también es algo que puede frustrar y enfermar. Es cierto que algunas de las personas que trabajan mucho lo hacen para sobrevivir. Pero también muchas de las que lo hacen en exceso es para alcanzar o mantener un estatus de vida. Y si para mantener ese estatus tienes que renunciar a tu tiempo, al tiempo para dedicarte ti mismo, para estar y compartir con los seres que amas, para poder hacer esas cosas que te llenan... difícilmente serás feliz, y difícilmente te sentirás pleno.

3) Ojalá hubiese tenido el coraje de expresar mis sentimientos.

A veces, para expresarnos, podemos recurrir a un lenguaje no verbal, de gestos o acciones, que puede ser muy elocuente y llegar a los demás. Pero en mi opinión, eso no quita para que también podamos apelar a las palabras para comunicarnos con los demás y hacerles saber lo que pensamos, lo que sentimos o lo que nos inspiran. Me alegro mucho de verteMe gusta estar contigo, Te aprecio de corazón, Me encanta cuando me haces reír o Ese gesto me ha llegado al alma. Cuesta tan poco... Una palabra o una frase de afecto, o de amor, puede reforzar y afianzar los lazos ya existentes entre dos o más personas.

Más que una opción, yo diría que es algo necesario para mantener una relación (sobre todo, de pareja) y para hacerla crecer. Y siendo que esto de expresar nuestros sentimientos, a la postre, es un hábito, el desarrollarlo y potenciarlo depende de que se ejercite con frecuencia, empezando por las personas que tenemos más cerca.

4) Ojalá hubiese mantenido el contacto con mis amigos.

Si una amistad es sólida y auténtica, no se malogrará debido a los avatares de la distancia ni el tiempo. Pero eso es tan cierto como que el roce hace el cariño.

5) Ojalá me hubiese permitido ser más feliz.

Nos han hecho creer que la felicidad es como una lotería: que te puede tocar, o no. Como que es algo que depende más de la suerte que de una actitud individual. Y no es así. A poco que uno se fije, o que lo observe en los demás, comprobará que la felicidad depende, en gran medida, de la actitud vital que pongamos en marcha en cada momento. Es decir, no ya tanto de lo que vivimos sino de cómo lo vivimos. Y el cómo decidimos vivir las situaciones, en cada momento de nuestra vida, es una opción que escogemos. Por lo tanto, forma parte de nuestra responsabilidad.

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