Las enfermedades y afecciones de la mujer delatan conflictos de género

Existen enfermedades y afecciones que, por razones obvias, sólo pueden padecer los hombres, como por ejemplo una prostatitis, o un cáncer de testículo. E, igualmente, existen enfermedades y afecciones, o achaques, que sólo pueden padecer las mujeres... por su propia condición femenina.

La mujer, durante miles de años, ha vivido sometida a las injusticias de un patriarcado opresor que ha abusado de ella, que la ha maltratado y que la ha humillado cruelmente. Incluso hoy en día, en pleno siglo XXI, la mujer sigue sufriendo el azote de un machismo trasnochado y caduco que, sin embargo, permanece vigente en muchos ámbitos de la vida cotidiana.

Las enfermedades o las afecciones femeninas ponen de manifiesto que la mujer ha experimentado alguna clase de dolor o de sufrimiento en su parte femenina (pechos, útero, vagina, ovarios...). Y cada síntoma nos habla, de forma elocuente, sobre la naturaleza del conflicto que hay detrás.

Es lamentable que hayamos llegado a creer que, a fuerza de padecerlos durante mucho tiempo, ciertos males son naturales; cuando, en realidad, no lo son. Por ejemplo: hoy en día se da por sentado que un parto es algo que tiene que ser muy doloroso. Y, sin embargo, ninguna hembra de mamífero salvaje pare con dolor. También se piensa que el que a una mujer le duela la regla es algo natural, cuando no lo es. Puede ser algo muy habitual, efectivamente. Pero no es lo mismo habitual que natural.

Por otro lado, es fácil que una mujer pueda experimentar dolor de regla, cuando, por ejemplo:
  • una adolescente tiene que escuchar de su padre machista algo como: A tu hermano le compro una moto y a ti no porque eres chica.
  • una secretaria tiene que soportar el acoso frecuente de su jefe.
  • una mujer madura experimenta el rechazo o la indiferencia diaria por parte de su marido.
Todo esto duele. Y duele en lo más profundo, en las entrañas.

Cuando conflictos de este tipo se intensifican o se repiten de forma constante también pueden derivar en una enfermedad muy extendida hoy en día, como es la endometriosis, la cual puede resultar tremendamente dolorosa, e incluso incapacitar temporalmente a una mujer para las tareas más comunes.

Otras veces, las enfermedades femeninas adquieren matices distintos: la mujer se vuelve hipersensible y vive repetidas situaciones que le causan gran dolor, malestar o sufrimiento. Entonces, puede llegar a padecer otra enfermedad muy común: la fibromialgia.

A menudo, la mujer tiene que hacer frente a una gran sobrecarga. Por ejemplo: lidiar con un trabajo duro compaginándolo con otro como ama de casa, o de cuidadora de niños, algo que puede ser agotador. No es de extrañar que el eje central de su cuerpo se resienta y sufra de dolores de espalda.

También puede suceder que la mujer tenga que hacer frente a un conflicto de gran envergadura, como una violación, un abandono al que subsigue un desamparo o la mala noticia que le da un médico cuando le dice que nunca va a poder ser madre. Acontecimientos tan traumáticos como imprevistos que pueden derivar con el paso del tiempo en, por ejemplo, un cáncer.

Comoquiera que sea, la mujer puede vivir hoy en día toda una larga serie de situaciones problemáticas y conflictivas que le repercuten desfavorablemente, sacudiendo violentamente su parte más íntima. Algunas de ellas, verdaderos desafíos que pueden surgir en el momento más inesperado y que pueden afectarle de manera determinante. Sin embargo, aunque los seres humanos no elegimos conscientemente vivir ese tipo de situaciones (simplemente, nos encontramos cara a cara con ellas), sí que podemos elegir en cada momento cómo vivirlas. Es decir, podemos elegir, cómo nos las tomamos. Podemos elegir la actitud, constructiva o destructiva, con la que las vivimos. Y eso, en primera/última instancia, es lo que marcará la diferencia entre que unas mujeres enfermen o sigan sanas, siendo que tal vez, unas y otras, vivan situaciones muy semejantes.

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