Creamos lo que creemos

Nos han enseñado a creer en lo que vemos y a no dar crédito a lo que no vemos. Ver para creer, dicen muchos. Si bien, yo diría: Creer para crear.

¿Existe una realidad universal, objetiva y consensuada? En mi opinión, hay tantas realidades como personas. Porque aunque es cierto que todos compartimos la realidad, no todos la percibimos de igual modo. Y el modo en que la percibimos, el cómo la interpretamos, determina que la vivamos conflictiva y destructivamente o de forma constructiva y agradable.

Mientras el Titanic se estaba hundiendo, el 14 de abril de 1912, el violinista Wallace Hartley, junto con los siete músicos de su orquesta, poco después de la medianoche, se instaló en la cubierta de primera clase para calmar a los pasajeros en tanto que interpretaban algunas piezas. A las 2 y diez de la madrugada, el navío estaba ya muy inclinado y con las luces apagadas. Entonces, Wallace conminó a sus músicos para que se salvaran. Empero éstos siguieron tocando... Mientras algunos pasajeros se suicidaban y otros eran presas del terror, Wallace y sus compañeros disfrutaban en sus últimos momentos de vida de la magia de la música. La realidad era la misma para todos los pasajeros, pero mientras que la mayoría de ellos la vivía angustiosamente, unos pocos hicieron gala de una actitud verdaderamente extraordinaria.

Este episodio de la historia, como tantos otros, incluso de la vida cotidiana, pone de relieve que aun compartiendo, como todos compartimos, una misma realidad, cada uno la vive, la interpreta y la siente a su manera. Y lo que cada ser humano cree que es (esa realidad) es lo que determinará posteriormente lo que denominamos destino.

Ahora mismo, el mundo se enfrenta a la posibilidad de una guerra nuclear (conflicto de Corea del Norte) cuyas consecuencias podrían ser catastróficas para el planeta. De hecho, algunos analistas sostienen que desde la crisis de los misiles cubanos no hemos estado tan cerca de una guerra atómica.

Así y todo, y aunque la cosa se pusiera muy fea, aunque todos los signos apuntaran en la dirección del conflicto, el hecho de que existamos muchos seres humanos que creamos que una solución pacífica es posible, alimenta las posibilidades de que, efectivamente, esa salida pacífica se dé.

Porque creamos lo que creemos. Y tanto de forma individual como colectivamente.

Nuestras creencias son tremendamente poderosas. Máxime, si se suman a las creencias de nuestros semejantes.

Volviendo al principio de este artículo: no se trata de convertirse en hipócritas ni en mentirosos por decir lo que no es. Si yo estoy muy enfermo y digo: Estoy completamente curado (con plena conciencia y convicción), no estoy diciendo ninguna mentira. Estoy decretando cómo quiero que sea mi realidad. Y no vale decretarla en futuro (Me gustaría estar sano, Quiero curarme), porque lo que más cala en nuestro subconsciente son las afirmaciones hechas en presente. Tampoco vale decir: Lo intentaré o Voy a probar, a ver si me sale. Porque eso, en el fondo, es abrir una puerta al fracaso.

Así pues, si lo que deseas es transformar tu realidad a mejor, para sentirte más a gusto contigo mismo o con tu entorno, para curarte de una enfermedad o para alcanzar algo que deseas, haz tus decretos en presente:
  • Si no tienes dinero, puedes decir, por ejemplo: Soy riqueza y abundancia.
  • Si te aqueja una enfermedad: Mis células y mi cuerpo vibran de salud, de fuerza y de vitalidad.
  • Si te sientes solo y abandonado: Atraigo a mi vida relaciones constructivas, divertidas y amorosas.
  • Si te invade el odio por alguien: Amo tu luz y el aprendizaje que has traído a mi vida.
Y respecto al conflicto de Corea:

El mundo vive en paz, y los seres humanos como hermanos.

Así es.

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