La correspondencia entre los conflictos de pareja y la relación de los niños con sus padres

Dentro del ámbito de las relaciones humanas, tal vez sean las de pareja aquellas que plantean mayores desafíos para las personas. Unos desafíos que a menudo comportan dolor y sufrimiento y que fácilmente pueden desembocar en ruptura. ¿Y por qué es tan fácil que esto ocurra? ¿Existe una razón que pudiera explicar la mayoría de esos casos?

En el análisis de los conflictos de pareja podríamos encontrar una larga serie de causas vinculadas al plano psicológico o emocional (perfectamente válidas algunas), pero, seguramente, esas razones no podrían explicar en profundidad todos esos conflictos. Para poder llegar al fondo de la cuestión haría falta ahondar un poco más, rascar en otro sitio...

Si observamos con detenimiento la vida de un ser humano, nos daremos cuenta de que, normalmente, el primer hombre que conoce una mujer es su padre, y la primera mujer que conoce un hombre es su madre. Pues bien, esa primera relación del niño con su madre y de la niña con su padre marca a fuego lo que serán las relaciones de pareja de esa persona cuando sea adulta.

Podríamos decir, de forma sintética, que los conflictos en las relaciones de pareja tienen su origen en los conflictos en las relaciones de los niños con sus padres. Ahora bien, llegados a este punto se hace necesario definir la palabra conflicto, en particular, en el contexto del que estamos hablando.

Conflicto no necesariamente significa enfrentamiento con alguien. Conflictiva es una situación vivida por un niño o una niña, en su interacción con sus padres, que deja una huella en el inconsciente y que condicionará desfavorablemente sus futuras relaciones de pareja. 

Por consiguiente, situaciones que generen un conflicto interno de los niños en la relación con sus padres pueden ser (sólo algunos ejemplos):

- Una madre sobreprotectora con su hijo.
- Un padre que da cariño a cambio de que su hija saque buenas notas.
- Una madre que fallece siendo su hijo muy pequeño.
- Un padre que abandona el hogar siendo su hija preadolescente.
- Una madre que desatiende a su hijo cuando éste reclama de ella cariño.
- Un padre que no hace acto de presencia cuando un familiar abusa de su hija pequeña (y, por consiguiente, no la protege).
- Una madre que cubre las necesidades materiales de su hijo pero que en su expresión del amor no acostumbra a tocarlo ni a mirarlo a los ojos.
- Un padre que sistemáticamente humilla y maltrata psicológicamente a su hija.

Aclaro que algunas de estas situaciones podrían ser (en el mejor de los casos) adecuadamente gestionadas (a nivel psíquico y emocional) por un adulto suficientemente maduro. Un adulto que fuera capaz de aplicar sobre ellas la necesaria compresión, el respeto, la tolerancia, el perdón, la asertividad, la fortaleza, la confianza o la autoestima. Sin embargo, la mente consciente de un niño pequeño puede verse fácilmente sobrepasada por esos conflictos internos, por lo que éstos derivan directamente en la mente inconsciente, donde permanecerán guardados de por vida, con sus correspondientes emociones asociadas, hasta que el adulto tome conciencia de todo ello y haga lo necesario para trascender esas carencias o heridas.

A todo esto, habría que añadir que el hecho de que el padre o la madre no estén presentes en la vida del niño, ya sea por fallecimiento, por abandono o por otros motivos, también supone un conflicto interno. Además, al conflicto que pueda desarrollar el niño con la madre o la niña con el padre también contribuiría, si tuviera lugar, el conflicto con el otro progenitor (ya sea con el padre o con la madre, según corresponda).

Comoquiera que sea, cuando el niño/a crece, se hace adulto/a y se adentra en las relaciones de pareja tenderán a suceder dos cosas:

- Que buscará inconscientemente en su pareja (de manera más o menos compulsiva u obsesiva) aquello que legítimamente le correspondía haber obtenido de sus padres y no obtuvo; por ejemplo: cariño, comprensión, atención, respeto, tolerancia, cuidados, reconocimiento, seguridad, etc.
- Que (también inconscientemente) tenderá a ver a su pareja como una réplica de su padre o madre (según corresponda), expresándole en los momentos de conflicto aquello que no supo/pudo expresar con su padre/madre, como ira, rabia, resentimiento, o incluso odio.

Estos mecanismos, que se dan con tanta frecuencia en las relaciones de pareja, determinan que ésta se vuelva desequilibrada, porque una relación de pareja basada en la compensación mutua de carencias psicoafectivas, en una interacción del tipo dominación-sumisión o en la que uno de ellos hace el papel de padre o madre y el otro de hijo o hija es una relación que se erigirá como un caldo de cultivo propicio para que se manifiesten esos conflictos no resueltos del pasado y para que surjan nuevos conflictos añadidos.

¿Solución?

La solución implica que el adulto sane la relación con sus padres, ya sea a través de un trabajo consciente que implique un desarrollo personal y mediante la ayuda que pueda suponer, por ejemplo, el realizar constelaciones familiares.

Pero independientemente de las terapias que o métodos de transformación personal que se elijan para sanar, al final uno/a terminará encontrando en su camino a personas que le servirán para poder sanar esas heridas que tuvieron su origen en el pasado. Aunque dichas personas no necesariamente serán nuevas parejas. Si uno no tiene pareja, o bien renuncia a vivir esa opción, podrán ser amigos, familiares, compañeros de trabajo u otras personas que surgen en nuestras vidas y con las que desarrollamos un vínculo de proximidad, aunque sea momentáneo. Como digo, con dichas personas tenderemos a experimentar esas situaciones que a menudo se repiten y que llegan a nuestra vida de un modo desafiante. Y nos desafían, en última instancia, para que superemos esas asignaturas pendientes. Unas asignaturas que sólo pueden sanarse de raíz con el amor, en cualquiera de sus formas (respeto, tolerancia, cariño, comprensión, confianza, asertividad, saber escuchar, perdonarse, etc.). A fin de cuentas, el amor es esa medicina que todo lo cura.

Simplemente, hace falta saber cómo utilizarla.

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