Sacándole jugo a la incoherencia ajena


Hace muchos años, conocí a alguien que, de entrada, me pareció muy interesante. Un hombre lleno de conocimiento y experiencias emocionantes. Daba gusto escucharlo y aprender cosas de él. Así y todo, al cabo de un tiempo de tratarlo, tuve la impresión de que incurría en algunas incoherencias. Bastantes, de hecho. Lo cual, me provocó cierto rechazo hacia su persona.

Reconozco que, debido a ello, llegué a pensar que su forma de actuar, como mínimo, le restaba bastante credibilidad; o incluso invalidaba la información que en su momento había compartido conmigo. Sin embargo, con el paso de los años, tuve la ocasión de comprobar, al poner en práctica sus conocimientos, que funcionaban a la perfección. Y eso me dio mucho que pensar...

Comprendí que una persona, efectivamente, puede ser muy incoherente, y, al mismo tiempo, atesorar un conocimiento, o una experiencia, que sean perfectamente válidos (y, sobre todo, útiles). Una cosa no quita la otra. Aunque también es verdad que la coherencia (entre lo que decimos y lo que hacemos) nos da credibilidad ante los demás.

Lo cierto es que si miramos a los seres humanos con lupa, quizá descubramos con cierta facilidad que ninguno es coherente al cien por cien. Siempre suele haber un desfase, mayor o menor, entre lo que la gente dice y lo que hace. Supongo que la Humanidad es así: un tanto contradictoria, a veces.

Comoquiera que sea, yo procuro adoptar una actitud positiva en cada momento. Trato de evitar prejuicios e ideas preconcebidas hacia los demás. Pongo mi empeño en sacar jugo de cada situación que vivo, y aprender de ella. Incluso cuando me topo con una persona que me da la impresión de no ser muy coherente. Porque, de algunas de ellas, ya os digo, he aprendido mucho.

Y sigo aprendiendo...

Comentarios